Actualizado el domingo 6/ABR/14

Mensaje a los hijos

No juzgarlos. 

Si bien el no juzgar a los hermanos es un mandato de Nuestro Señor, cuando se trata de nuestros padres es mucho más grave el juicio y no debemos juzgarlos jamás. Sería como querer juzgar a Dios, porque a veces nos parece que Dios actúa mal, que nosotros actuaríamos de otra manera en tal o cual acontecimiento. Algo parecido nos sucederá si queremos juzgar a nuestros padres, porque desconocemos muchas cosas de ellos, de por qué razón actúan así o dicen una cosa u otra. Lo que sí está mandado por el Señor es que los debemos amar, y mucho, viendo en ellos a los representantes de Dios en la tierra.

Si bien hay que ser condescendientes con todos, mucho más condescendientes debemos ser con nuestros padres, y es eso a veces lo que más nos cuesta, porque tratamos bien a los de afuera, pero con nuestros progenitores somos muy exigentes.

Tenemos que pensar que quizás ellos pudieron haber cometido errores, pero que todo en realidad confluye para bien nuestro, que si sabemos ver bien las cosas, notaremos que hemos aprendido, y con los dolores de la vida, hemos aprendido a ser misericordiosos, cosa que no es fácil de conseguir. Y si estamos orgullosos de cómo somos, se lo debemos también a nuestros padres, que nos han educado y cuidado desde la infancia. Y aunque no lo hubieran hecho así, igualmente no tenemos derecho a juzgarlos, sino que tenemos que amarlos siempre, porque si el Señor manda amar incluso a los enemigos, ¡cuánto más debemos amar a nuestros padres!, que la mayoría de las veces son nuestros mejores amigos, aunque quizás caemos en la cuenta de ello cuando ya es demasiado tarde.

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