Actualizada el sábado 11/ENE/14 (Segunda entrega)

Trabas en el apostolado

El demonio. 

El demonio es la gran traba con la que debemos contar los apóstoles, pues se opondrá a nuestra misión apostólica y nos complicará la vida, haciendo que las almas se entibien, caigan en pecados más o menos graves, se enfríen y no perseveren en los propósitos y en la conversión inicial. Y con respecto a nosotros nos pondrá multitud de pretextos para que no hagamos apostolado, descorazonándonos, desanimándonos, e incluso amenazándonos.

Quien piensa encarar una misión apostólica sin tener en cuenta a los demonios, ya sea porque no cree en su existencia, o porque los subestima, está muy equivocado y no saldrá bien parado de la misión.

Porque los demonios están por todas partes y son seres malvados que hacen el mal en todos lados. Si no contamos con esta tremenda realidad, entonces iremos engañados por la vida, y nuestro apostolado carecerá de su fundamento, pues justamente ser apóstol es rescatar las almas del poder del demonio. Si no creemos en el demonio, ¿a qué se reduce nuestro apostolado?, ¿a indicar normas de convivencia o promover valores?

La misión de todo cristiano es ser apóstol, cada uno con los medios que tenga, y según su capacidad. Pero el Señor quiere que toda alma cristiana sea alma apostólica, y por lo tanto enemiga de Satanás y sus demonios, a los que deberá saber enfrentar, conocer sus astucias, y conocer los propios medios de defensa y ataque, frecuentando los sacramentos y usando los sacramentales para protegerse él de las furias de los enemigos, y proteger también a sus discípulos de los ataques del Mal.

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