Actualizada el domingo 6/JUL/14 (Tercera entrega)

¿Para qué evangelizar?

Para iluminar.

En estos tiempos, la gran tiniebla de que hablan muchas profecías modernas y los profetas del Antiguo Testamento, ha caído sobre el mundo y son legión los que caminan a tientas en la oscuridad porque no hay ninguno que los ilumine con la luz de la Verdad. Incluso muchos cristianos y católicos están también envueltos en esta tiniebla, y no sólo que no ven ellos, sino que crean tinieblas a su alrededor con sus errores y herejías.

Por eso si, gracias a Dios, hemos encontrado la Verdad, no perdamos tiempo y anunciémosla a los hermanos; donde estemos, en el lugar que nos encontremos, porque Dios nos puso en “ese” lugar y en “este” tiempo para que llevemos luz a los que nos rodean. Si no lo hacemos nosotros, quizás no lo haga nadie, y el Señor luego nos pedirá cuenta de por qué no evangelizamos.

Lo que sucede es que a veces nosotros creemos que para evangelizar hay que saber mucho. Y en cambio para evangelizar sobre todo hay que amar mucho, porque el Evangelio lo entiende cualquiera que tenga buena voluntad y se deje guiar por la Iglesia en su interpretación, y no es doctrina difícil la que nos enseña el Señor, sino sencilla, capaz de ser comprendida por todos.

Nosotros los católicos somos la luz del mundo, y quién más, quién menos, debe iluminar, en la medida de sus posibilidades, talentos y dones, a quienes tiene a su alrededor. No nos debemos guardar la fe para nosotros solos, porque el Señor nos quiere utilizar como instrumentos para que llevemos su palabra luminosa a los hermanos.

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