(Sección especialmente dedicada para el Grupo ALMAS APOSTÓLICAS)
b) LA LITURGIA ME
AYUDA EFICAZMENTE A CONFORMAR MI VIDA INTERIOR CON LA DE JESUCRISTO
Tres sentimientos dominan en tu Corazón, ¡oh Maestro adorado!; una dependencia
completa de tu Eterno Padre y, por tanto, una humildad perfecta, una caridad
ardiente y universal para con los hombres y el espíritu de sacrificio.
HUMILDAD PERFECTA. — Al entrar en el mundo, tus palabras fueron éstas: Padre,
aquí me tienes dispuesto a hacer tu voluntad . Constantemente nos estás diciendo
que toda tu vida íntima se resume en el deseo invariable de agradar en todo a tu
Padre . Tú eres la obediencia, ¡oh Jesús obediente!, hasta la muerte y muerte de
Cruz . Aún sigues obedeciendo a tus sacerdotes, y a su voz desciendes a la
Tierra: Obediente Domino voci hominis .
¡Oh, qué escuela de obediencia me ofrece la Iglesia en tu imitación, si adapto
mi corazón a los menores ritos, con el deseo de formarlo en el espíritu de
dependencia respecto de Dios; y de domar sin descanso este "yo", ávido de
libertad; y de hacer más maleables mi criterio y mi voluntad, nunca dispuestos,
¡oh Jesús mío!, a imitar el espíritu fundamental que Tú viniste a enseñar con tu
ejemplo, es decir, el Culto de la Voluntad divina!
Cada vez que fuerzo a mi personalidad a doblegarse para obedecer a la Iglesia
como a ti mismo, para obrar en su nombre y unirme con ella, y por tanto para
unirme contigo, ¡qué precioso ejercicio práctico de cultura de mi alma, y qué
provecho sacaré de mi fidelidad a las menores prescripciones de las rúbricas
cuando se trate de doblegar mi soberbia en las circunstancias más difíciles! .
Pero hay más todavía. La Liturgia, cuando me recuerda la certeza de que tú vives
en mí, y la necesidad que tengo de tu gracia, combate mí presunción y
suficiencia que, desarrolladas, serían capaces de acabar con toda mi Vida
interior. El Per Dominum nostrum con que terminan todas las oraciones de la
Liturgia, me recordará, para que no lo olvide, que de mi cosecha nada soy y nada
puedo, sino pecar o hacer actos carentes de todo mérito. Todo me penetra de la
necesidad de acudir frecuentemente a Ti. Todo me está repitiendo que Tú me
exiges que acuda a Ti para no extraviarme con ninguna clase de falaces
espejismos.
La Iglesia, por medio de la Liturgia, insiste en persuadir a sus hijos de la
necesidad de la oración, haciendo de la Liturgia la Verdadera ESCUELA DE LA
ORACIÓN y, por consiguiente, de la humildad.
Con sus fórmulas, Sacramentos y Sacramentales viene a enseñarme que todo me
viene por tu preciosa Sangre, y que, para cosechar los mayores frutos, lo mejor
es unirme por medio de la oración humilde al vivo deseo que tienes de
aplicárnosla.
Haz que me aproveche, ¡oh Jesús mío!, de estas lecciones constantes, para
desarrollar en mi espíritu el sentimiento de mi pequeñez y convencerme de que no
soy sino una parcelita de la Hostia que es tu Cuerpo místico, y una voz apagada
en el inmenso concierto de alabanzas que está bajo tu dirección. Y que merced a
la Liturgia pueda ver con mayor claridad cada día que la humildad es el medio
mejor para que mi voz aumente de pureza y esta parcelita que soy yo,
intensifique su blancura.
CARIDAD UNIVERSAL. — Tu Corazón, ¡oh Jesús mío!, ha extendido a todos los
hombres su misión redentora. A la palabra "Sitio", que dirigiste al mundo al
morir, y que repites en el Altar, en el Tabernáculo y hasta en el seno de tu
gloria, debe responder en toda alma, aun en la del simple cristiano, un deseo
vivo de consagrarse a sus hermanos; una sed ardiente de la salvación de todos
los hombres y un gran celo en favorecer las vocaciones sacerdotales y
religiosas, acompañados de unas plegarias encendidas para pedir que los fieles
comprendan la extensión de sus deberes, y las almas consagradas la necesidad que
tienen de la Vida interior.
Y con más motivo estos deseos deben inflamar el alma de tus ministros, a los
cuales los ritos litúrgicos están recordando constantemente que Tú les fijaste
en tu Cuerpo místico un lugar especial para que te incorporen el mayor número
posible de almas, y sean corredentores y mediadores que sepan llorar ser un
reflejo de la mansedumbre de mi dulce Salvador.
Que nunca olvide que mi único camino para el Cielo es la Cruz; que los actos de
alabanzas, las adoraciones, sacrificios y demás acciones buenas no valen para el
Cielo sino en virtud de la Sangre de Jesús, y que si he de salvarme ha de ser
con todos los cristianos, ya que con todos los elegidos debo gozar y continuar
por Jesús, durante la eternidad, el concierto de alabanzas, al cual estoy
asociado en la tierra.
ESPÍRITU DE SACRIFICIO. — ¡Oh Jesús!, que sabías que la humanidad no puede ser
salvada sino por el sacrificio; Tú has hecho de tu vida terrestre una inmolación
perpetua.
Identificado a ti, Sacerdote contigo, cuando celebro la Misa, ¡oh divino
Crucificado!, quiero ser HOSTIA contigo. Todo gravita en Ti en torno de la Cruz.
Todo en mí gravitará en torno de la Misa, la cual será el centro y el sol de mis
días, corrió tu Sacrificio es el acto central de la Liturgia.
Ella será para mí una Escuela de espíritu de sacrificio, al traerme sin cesar el
pensamiento del Calvario, por medio del Altar y el Tabernáculo. Y haciéndome
compartir los sentimientos de tu Iglesia, me hará participar de los tuyos, ¡oh
Jesús mío!, y así poder cumplir las palabras de San Pablo: Hoc sentite in vobis
quod et in Christo Jesu y las que se me dijeron el día en que fui ordenado:
Imitamini quod tractatis .
El Misal, el Ritual y el Breviario, me recuerdan, aunque no sea sino por las
innumerables señales de la Cruz que hago constantemente, que el sacrificio es,
desde que el hombre pecó la ley de la humanidad, y que sólo tiene valor unido al
tuyo. Yo te devolveré, pues, hostia por hostia, ¡oh divino Redentor! Yo me
constituiré en una inmolación total, FUNDIDA con la inmolación que fuiste
primeramente en el Calvario y después en todas las misas que se suceden, en el
mundo entero, en todos los segundos de la existencia.
La Liturgia me facilitará esta oblación de mí mismo y hará que yo contribuya a
completar por medio de tu Cuerpo, que es la Iglesia, lo que falta a tu Pasión .
Yo llevaré la parte que me corresponde de esa hostia magna, formada por los
sacrificios de todos los cristianos , la cual subirá hasta el cielo para expiar
los pecados del mundo y hacer que desciendan a la Iglesia militante y purgante
los frutos de la Redención.
Así poseeré la Verdadera Vida litúrgica, porque este revestirme de Ti, ¡oh Jesús
crucificado!, y unirme prácticamente a tu sacrificio, realizando el holocausto
de mí mismo por el Abneget semetipsum ¿no es, ¡oh Salvador mío!, la meta a donde
me guía tu Iglesia impregnándome de tus sentimientos por medio de tus plegarias
y santas ceremonias, y haciendo que invada mi corazón lo que en Ti dominaba a
todo lo demás, o sea, el Espíritu de Sacrificio? .
Así me convertiré en una de esas piedras vivas y selectas, pulimentadas por la
tribulación: Scalpri salubris ictibus et tunsione plurima, fabri polita malleo
destinada a la construcción de la Jerusalén celestial.
(De "El alma de todo apostolado", Dom Chautard)
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