PortadaActualizado el domingo 8/JUN/14

Encíclica "Rico en Misericordia"

El mundo necesita de la Misericordia divina. 

La mentalidad contemporánea, quizás en mayor medida que la del hombre del pasado, parece oponerse al Dios de la misericordia y tiende además a orillar de la vida y arrancar del corazón humano la idea misma de la misericordia. La palabra y el concepto de « misericordia » parecen producir una cierta desazón en el hombre, quien, gracias a los adelantos tan enormes de la ciencia y de la técnica, como nunca fueron conocidos antes en la historia, se ha hecho dueño y ha dominado la tierra mucho más que en el pasado. Tal dominio sobre la tierra, entendido tal vez unilateral y superficialmente, parece no dejar espacio a la misericordia. A este respecto, podemos sin embargo recurrir de manera provechosa a la imagen « de la condición del hombre en el mundo contemporáneo », tal cual es delineada al comienzo de la Constitución Gaudium et Spes. Entre otras, leemos allí las siguientes frases: « De esta forma, el mundo moderno aparece a la vez poderoso y débil, capaz de lo mejor y lo peor, pues tiene abierto el camino para optar por la libertad y la esclavitud, entre el progreso o el retroceso, entre la fraternidad o el odio. El hombre sabe muy bien que está en su mano el dirigir correctamente las fuerzas que él ha desencadenado, y que pueden aplastarle o salvarle ».

 (Encíclica “Dives in misericordia”) 

Comentario: 

El hombre ha llegado a un momento en que con sus propias manos puede llegar a destruirse él, y a todo el mundo en el que vive. Y no podemos creer que el demonio, quien lo ha guiado en muchos “descubrimientos” que no convenían saberse, por el hecho de que en manos de los hombres, esas potencias se hacen dañinas, el demonio, digo, que ha guiado a la humanidad a este callejón  sin salida, no dejará fácilmente que se le escape su presa sin antes hacer detonar todos los armamentos que por siglos viene haciendo fabricar a los grandes del mundo.

Pero no hay que tener miedo, porque justamente será la Misericordia divina quien frenará esta carrera alocada hacia el abismo y la autodestrucción.

Estamos a tiempo  todavía porque la hora tremenda no ha sonado, y mientras tenemos el tiempo a nuestra disposición, debemos implorar a Dios su Misericordia, para que aleje los castigos, en especial el castigo de fuego bajado del cielo, que está prometido en las Sagradas Escrituras, y que ahora con las bombas nucleares y armas semejantes, pueden hacerlo realidad.

Dios no es quien castiga, porque de Dios no puede venirnos ningún mal; sino que es el mismo hombre, instigado por Satanás, quien desencadenará la tragedia tremenda, hasta que la Divina Misericordia diga su “¡basta!”.

Ya desde ahora recemos todos los días la coronilla de la Misericordia para que el Señor se apiade de nosotros y nos ayude a soportar la gran prueba.

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