PortadaActualizado el martes 31/DIC/13

Mensaje sobre la misericordia

Todos podemos cambiar. 

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El Señor que formó el universo, ¡cómo no podría reformar vuestra manera de pensar! ¡Cómo no agrandaría esa pequeña luz que tenéis encendida en vuestro ser! El lo puede hacer.

Si un hijo se asfixia no le negará el aire, si tiene sed, no le negará el agua, la misericordia del Señor os llega a todos y todos la necesitáis. Gloria al Señor.

 (Mensaje de María del Rosario de San Nicolás)  

Comentario: 

Un grave error que cometemos a veces es el creer que ya no podemos cambiar más, pues somos mayores o ancianos, y nos parece que ya es imposible modificar ciertos hábitos y practicar la virtud. Pero esto es una astucia del enemigo, que nos quiere dejar anclados en el pecado. Nosotros debemos recordar que para Dios no hay imposibles. Y para quien cree en Dios y confía en Él, tampoco hay imposibles.

San Agustín dice que hay que hacer lo que uno buenamente pueda, y que lo que no pueda hacer, se lo pida al Señor. Y así tenemos que actuar nosotros, porque la santificación depende más de Dios que de nosotros mismos.

Hasta el último momento de nuestras vidas podemos cambiar. Es más, muchas, muchísimas almas sólo cambian y se vuelven a Dios en el momento final, justo antes de la muerte. Y éstos son los salvados por la Misericordia de Dios, y alabarán a Dios por los siglos de los siglos, porque fueron doblemente salvados: por Justicia, cuando Cristo murió por ellos; y por Misericordia, cuando los perdonó y los hizo volver a Él.

Pero esto también nos debe ayudar a nosotros, que más o menos estamos en el camino correcto, y que tal vez, por gracia de Dios, ya no cometemos pecados graves; ya que a veces nos sucede que rezamos por alguien y vemos que nunca cambia, que siempre sigue igual, con los mismos defectos, o aún peores. No desmayemos, porque Dios tiene sus tiempos y las almas también. Basta que antes de la muerte esa alma se vuelva a Dios, y habremos triunfado.

No nos descorazonemos por los aparentes escasos frutos de nuestro apostolado y oración, porque no sabemos cómo terminará todo. En cuanto a nosotros tratemos de ser fieles hasta el fin, y recordemos que Dios premia, no por los frutos, sino por el trabajo y el esfuerzo realizado.

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