De dónde viene la ayuda. 

Ya el Señor nos sugiere en el Evangelio que la ayuda que necesitamos, muy bien puede venirnos de un extraño antes que de un pariente; de un infiel antes que de un fiel, como nos lo dice en la parábola del Buen Samaritano. Efectivamente el hombre que había caído en manos de bandidos y había sido herido y despojado, es socorrido por un extranjero.

Nos puede pasar también a nosotros si vivimos lo suficiente como para ser probados por la desgracia y el infortunio, y comprobaremos que la ayuda para esa situación complicada nos puede llegar a venir del que menos esperamos.

Un ejemplo: Estamos desesperados por alguna situación límite, y la ayuda no nos llega ni por un familiar, ni por un católico, sino por un ateo o indiferente. Puede suceder, y de hecho sucede muchas veces. Y con ello el Señor nos quiere decir que no debemos juzgar a nadie ni condenar a ninguno, y amar a todos, porque cuando pasemos a la otra vida nos llevaremos algunas sorpresas, entre ellas estará la de ver a personas que en el mundo eran aparentemente de vida católica intachable, y sin embargo estarán en lo más hondo del Infierno. Mientras que hombres que juzgábamos paganos, quizás estarán en un puesto de privilegio en el Cielo.

Dios tiene sus medios para auxiliarnos, y nosotros debemos adaptarnos a esos medios que utiliza el Señor y considerarlos como buenos, pues los ha elegido el mismo Dios. Si nos ayuda una persona alejada de Dios, entonces será para que recemos por ella, como una forma efectiva de agradecimiento.

 

 

 

 

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