Sierva de Dios.
La Virgen siempre se consideró la sierva de Dios, la servidora del Señor, incluso su esclava.
Pero podemos decir que Ella pensó así antes del anuncio del Ángel solamente. Sin embargo vemos que cuando el Arcángel Gabriel le anuncia que será la Madre de Dios, Ella responde que es la esclava de Dios y que se cumpla en Ella la voluntad de Dios.
¡Qué ejemplo nos da María a todos los hombres, que cuando nos sentimos un poco cerca de Dios, ya creemos que le somos imprescindibles y que Dios nos “necesita”!
Dios no necesita a nadie, y si nos ha creado es para nuestro bien y para que gocemos de Él en el Cielo. Tampoco necesitaba de María, aunque Ella es la criatura más perfecta del universo.
Entonces sigamos el ejemplo de la Virgen y, aunque hagamos cosas grandes, ya sea en el apostolado o en la vida de la Iglesia, considerémonos como simples siervos inútiles del Señor, y entonces sí seremos grandes a los ojos de Dios, como lo fue María.
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«¡De Maria numquam satis!: ¡De María nunca se dirán bastantes cosas!».