Actualizado el miércoles 12/MAR/14

Mensaje sobre la Consagración

Vida de oración. 

“Tu vida, hijo, es muy preciosa y no debes malgastarla ni por un instante. Por eso ejercítate en estar siempre en Mí, en mi Corazón, en obrar siempre Conmigo: en pensar con mi mente, en ver las cosas con mi mirada, en tocarlas con mis manos, en amarlas con mi Corazón.

Hay momentos en que tú adviertes esto de un modo particular, y es cuando estás Conmigo en la oración: entonces te sientes verdaderamente el hijo sobre el Corazón de la Madre y tu alma gusta así momentos de dulzura de Paraíso, que Yo reservo solamente a mis hijos predilectos.

Salido de la oración, parece que cualquier otra cosa te cansa y te aburre. Esto es otro don que Yo te hago.

Incluso cuando no oras, debes estar siempre en actitud de oración, y lo estás cuando vives habitualmente en Mí. Entonces, también cuando hablas, te diviertes, haces giras, estás siempre en Mí, porque todo lo haces Conmigo...

 (Mensaje de la Santísima Virgen al Padre Gobbi) 

Comentario: 

Si no rezamos, no viviremos en María. Y especialmente el rezo del Santo Rosario es como la cadena de oro que une nuestro corazón al Inmaculado Corazón de María. Por eso tenemos que hacer el propósito de rezar más el Rosario, para estar siempre disponibles para la Virgen y hacer todo lo que Ella nos vaya inspirando, especialmente en la oración, porque es en la oración cuando María nos da sus luces para que hagamos apostolado y vivamos bien la vida cristiana.

Si no rezamos, entonces no adelantaremos en la perfecta consagración hecha a la Virgen. En cambio si rezamos mucho, e incluso si cuando no rezamos, estamos viviendo siempre en dependencia de María, esperando sus órdenes y consejos, entonces la consagración a María dará sus frutos copiosos y hasta nosotros mismos quedaremos admirados.

La oración se debe hacer una santa costumbre diaria en nosotros, y como la necesidad de respiración de nuestra alma; porque así como el cuerpo necesita respirar para vivir, así también nuestra alma necesita rezar para mantenerse en gracia de Dios y crecer en ella.

Pidamos a María que nos enseñe a orar, como a sus niñitos más pequeños, y más con el corazón que con los labios.

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