Actualizado el lunes 6/NOV/23

De pecadores a santos

Mucho combustible. 

Si somos muy pecadores, si nuestras culpas son muy grandes, no desmayemos ni desesperemos de la Misericordia de Dios, porque justamente las culpas son como el combustible que tiene la Misericordia divina para quemar todo nuestro pecado y darnos el amor de Dios, la gracia santificante, la santidad.

Por más pecadores que seamos o hayamos sido, debemos saber que Dios no busca a los santos y justos, sino que vino a buscar a los extraviados, a los perdidos, a los peores pecadores, pues ya ha dicho Jesús en el Evangelio que hay más fiesta en el Cielo por un solo pecador que se convierte, que por noventa y nueve justos que no necesitan convertirse.

Y nosotros debemos tener esperanza, aun cuando seamos, o hayamos sido, grandes pecadores, puesto que el Señor vino al mundo por nosotros, especialmente por nosotros.

¿No tenemos dones para darle al Señor? ¿No tenemos virtudes, buenas obras, para ofrecerle a Dios? Pero tenemos nuestro pecado, y eso sí se lo podemos dar al Señor, ¡se lo debemos dar al Señor!, porque Él lo quiere, para eso ha venido al mundo, para cargar con nuestras culpas, quemarlas y darnos la Alegría, la Vida eterna, la Gracia santificante.

Tenemos mucho combustible, que son nuestros grandes pecados, para dárselos a Dios para que ardan en la hoguera de la Divina Misericordia.

En toda la historia de la Iglesia hubo grandísimos y tremendos pecadores que llegaron a ser grandes santos. Nosotros tenemos la oportunidad. No nos quedemos aferrados a nuestros pecados, sino entreguémoslos al Señor para que los queme en la hoguera de su amor infinito por nosotros.

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Esta sección es creada el 22 de Julio de 2011, memoria de Santa María Magdalena, que según la Sagrada Tradición es la pecadora pública que lavó los pies a Jesús con sus lágrimas y los enjugó con sus cabellos, llorando por sus muchos pecados, y a quien Jesús perdonó mucho, porque mucho amó.

Dedicada a los que fuimos, somos o seremos pecadores, para que no desconfiemos de la Misericordia de Dios y tomemos impulso para alcanzar la santidad a la que Dios nos llama.