Actualizado el lunes 16/OCT/23

Imitación de Cristo

Tomás de Kempis

LIBRO TERCERO 

De la consolación interior  

CAPÍTULO XI 

Los deseos del corazón se deben examinar y moderar 

Hijo, aún te conviene aprender muchas cosas que no has entendido bien.

Señor, ¿qué cosas son éstas?

Que pongas tu deseo totalmente en solo mi beneplácito, y no seas amador de ti mismo, sino afectuoso celador de mi voluntad. Los deseos te encienden muchas veces y te impelen con vehemencia; pero considera si te mueves más por mi honra, o por tu provecho. Si yo soy la causa, bien te contentarás de cualquier modo que yo lo ordenare; mas si algo tienes escondido de amor propio, mira que eso es lo que te impide y agrava.

Guárdate, pues, no confíes mucho en el deseo que tuviste sin consultarlo conmigo; porque puede ser que te arrepientas, y te descontente lo que primero te agradaba, y como cosa mejor con gran afecto deseaste. Porque no se ha de seguir luego cualquier deseo que parece bueno, ni tampoco se ha de huir a primera vista toda afición que aparece contraria. Conviene algunas veces usar de moderación, aún en los buenos ejercicios y deseos, porque no caigas por demasía en distracción del alma, ni causes escándalo a otro con tu indiscreción, o por la contradicción de algunos te turbes luego y deslices.

Otras veces conviene usar de fuerza, y contradecir varonilmente al apetito sensitivo, y no cuidar de lo que la carne quiere o no quiere; sino trabajar sobre todo porque esté sujeta al espíritu, aunque le pese. Y debe ser castigada y enfrenada hasta que esté pronta para todo lo bueno, y aprenda a contentarse con poco, holgarse con lo sencillo, y no murmurar contra cosa alguna que le fuere amarga.

Lea o descargue el libro completo en Word