Actualizado el miércoles 20/MAR/24

Interpretación del Apocalipsis

1 de enero de 1985

Fiesta de María Santísima Madre de Dios

Soy el inicio de los tiempos nuevos

“Hijos predilectos, hoy os unís a toda la Iglesia que me venera como verdadera Madre de Dios y Madre vuestra, en el orden de la vida sobrenatural de la fe y de la gracia divina.

En este día, que señala el comienzo para vosotros de un nuevo año, mientras toda la Iglesia: Obispos, Sacerdotes, Religiosos y Fieles me miráis como a vuestra Madre, Yo os digo que, si lo soy y así me honráis, debo ser amada, escuchada y seguida por cada uno de vosotros.

He aquí que hoy, en la solemnidad de mi divina Maternidad, Yo deseo dar un mensaje a la Iglesia, para que sea escuchado y acogido por ella.

Es un mensaje de confianza y de esperanza.

No obstante las dificultades y los sufrimientos, que la Iglesia está llamada a padecer, y las dolorosas horas de agonía y de pasión, que marcan el tiempo de su sangrienta purificación, se prepara para ella el momento de un renovado esplendor y de un segundo Pentecostés.

Hijos míos tan amados, no perdáis la confianza y la esperanza.

Bajo el grande y vasto clamor, que el mal logra difundir por doquier, en el silencio y en el escondimiento se están abriendo muchos brotes de bondad y de santidad.

Estos preciosos brotes de nueva vida se cultivan cada día en el secreto jardín de mi Corazón Inmaculado.

Prestad, sin embargo, atención a tres graves peligros, que amenazan vuestro crecimiento en el bien, y que repetidas veces os han sido señalados por Mí: el de alejaros de la verdadera fe cuando seguís los muchos errores que hoy se enseñan; el de separaros de la interior unidad de la Iglesia, por la impugnación al Papa y a la Jerarquía, que se difunde todavía dentro de la vida eclesial; el de ser víctimas del secularismo y del permisivismo moral que os conduce a rendiros en la lucha cotidiana contra el mal y el pecado.

Si os dejáis conducir por Mí, caminaréis por la senda segura del amor y de la santidad.

Es un mensaje de aliento y consolación.

Confiaos todos a vuestra Madre Celeste para ser consolados. En la gran batalla que estáis combatiendo, encontraréis allí fuerza y alientos, y no decaerá jamás vuestro valor frente a las dificultades que encontraréis.

Durante el nuevo año, aún serán mayores las pruebas y sufrimientos, que os saldrán al paso, puesto que habéis entrado ya en la parte conclusiva de cuanto os he predicho.

Una grande y sangrienta prueba está a punto de sacudir toda la tierra y prepararla a su completa renovación con el triunfo de mi Corazón Inmaculado.

Pero cuanto más fuerte se vaya haciendo la prueba, tanto mayor será mi presencia junto a cada uno de vosotros para que podáis ser confortados y alentados por Mí.

Si vivís en mi Corazón Inmaculado, nada de lo que pueda suceder, os perturbará; dentro de este mi materno refugio, estaréis siempre a salvo, rodeados de la luz y de la presencia de la Santísima Trinidad, que os ama y os rodea de su divina protección.

Es un mensaje de salvación y de misericordia.

Vosotros debéis ser mi poderosa ayuda, que quiero ofrecer a toda la humanidad, para que vuelva al camino del bien y del amor.

Yo soy la vía de este retorno.

Yo soy la Puerta de la divina misericordia.

Quiero que, a través de vosotros, todos mis hijos descarriados puedan volver al Señor, que los espera con el ansia y la alegría de un Padre, que los ama y los quiere salvar.

Así os convertís en instrumentos de la divina misericordia, en estos tiempos en que se prepara el mayor triunfo del amor misericordioso de mi Hijo Jesús.

Para ser vuestra confianza, vuestra consolación y vuestra salvación en los últimos tiempos que estáis viviendo, Yo me manifiesto hoy de manera tan extraordinaria, a través de los mensajes que doy, por medio de este pequeño hijo mío, y de las apariciones que realizo de modo continuo y extraordinario en muchas partes del mundo.

Creed en mis avisos, acoged mis mensajes, mirad a mis signos. Soy la Reina de la Paz; soy el inicio de los tiempos nuevos; soy la aurora del nuevo día.

Con el Papa, mi primer hijo predilecto, os bendigo a todos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.” 

Comentario: 

El arma preferida, usada por Satanás y sus demonios, es la del desaliento. Efectivamente cuando vemos que hay tanto mal en el mundo, nos dan ganas de bajar los brazos y rendirnos. ¡Atención! ¡Esa es una fuerte tentación! ¡No nos rindamos y confiémonos a la protección de María que nos anuncia que si bien vendrán tiempos muy difíciles, nos esperan tiempos de felicidad para toda la tierra!

Pero solos no podemos hacer frente al enemigo, que por todas partes se muestra con su descarada tiranía. Los medios de comunicación con sus noticias malas y el propio mal que hay en nosotros mismos y a nuestro alrededor, nos quieren hacer perder la confianza en Dios y en la Virgen. Y si perdemos la confianza y la esperanza en Dios y en María, nos vendrá la desesperación, y gran parte de la humanidad ya es presa de ella. Que no nos suceda esto a nosotros, pues en los últimos tiempos, que son estos que estamos viviendo, habrá necesidad de mucha fortaleza, confianza, perseverancia y ánimo. ¡Y qué mejor que confiarnos a María, que supo esperar contra toda esperanza, y que Ella sola venció a Satanás, por medio de su Hijo!

Luchemos contra el desaliento y el desánimo, porque es el arma secreta con que el demonio nos quiere inutilizar y hacer así inofensivos, porque sabe muy bien que todos los cristianos juntos y unidos a María, le venceremos.

Así como cuando tenemos que pasar por un momento difícil, un dolor, un sufrimiento, miramos el Cielo que nos espera y nos consolamos; así también cuando veamos toda la maldad que hay en el mundo, sepamos también que hay muchos brotes de bien ocultos que florecerán en la primavera de los nuevos tiempos que nos esperan. Pero ya desde ahora podemos gozar de alegría y esperanza, puesto que quien se confía a María, no se desanima nunca, jamás, porque Ella sabe consolar a sus hijos, como consoló a Jesús en sus horas más tremendas.

Dios nos ha elegido para vivir estos momentos que forman parte del Fin de los Tiempos. Nos eligió a nosotros y no a otros. Podría haber elegido a otros, pero nos eligió desde toda la eternidad a nosotros, así que confiemos en Él, que si Dios nos dio esta misión, es porque con su ayuda saldremos victoriosos de ella.

(Vea cómo Consagrarse al Corazón Inmaculado de María)


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En aquel tiempo, se alzará Miguel, el gran Príncipe, que está de pie junto a los hijos de tu pueblo. Será un tiempo de tribulación, como no lo hubo jamás, desde que existe una nación hasta el tiempo presente. En aquel tiempo, será liberado tu pueblo: todo el que se encuentre inscrito en el Libro. Y muchos de los que duermen en el suelo polvoriento se despertarán, unos para la vida eterna, y otros para la ignominia, para el horror eterno. Los hombres prudentes resplandecerán como el resplandor del firmamento, y los que hayan enseñado a muchos la justicia brillarán como las estrellas, por los siglos de los siglos. En cuanto a ti, Daniel, oculta estas palabras y sella el Libro hasta el tiempo del Fin. Muchos buscarán aquí y allí, y aumentará el conocimiento". Yo, Daniel, miré y vi que otros dos hombres estaban de pie, uno en una orilla del río y otro en la orilla opuesta. Uno de ellos dijo al hombre vestido de lino que estaba sobre las aguas del río: "¿Para cuándo será el fin de estos prodigios?". Yo oí al hombre vestido de lino que estaba sobre las aguas del río. Él alzó su mano derecha, y su mano izquierda hacia el cielo y juró por aquel que vive eternamente: "Pasará un tiempo, dos tiempos y la mitad de un tiempo; y cuando se haya acabado de aplastar la fuerza del pueblo santo, se acabarán también todas estas cosas". Yo oí, pero no entendí. Entonces dije: "Señor mío, ¿cuál será la última de estas cosas?". Él respondió: "Ve Daniel, porque estas palabras están ocultas y selladas hasta el tiempo final. Muchos serán purificados, blanqueados y acrisolados; los malvados harán el mal, y ningún malvado podrá comprender, pero los prudentes comprenderán. A partir del momento en que será abolido el sacrificio perpetuo y será instalada la Abominación de la desolación, pasarán mil doscientos noventa días. ¡Feliz el que sepa esperar y llegue a mil trescientos treinta y cinco días! En cuanto a ti, ve hacia el Fin: tú descansarás y te levantarás para recibir tu suerte al fin de los días". (Daniel 12, 1-13)

Sepan, en primer lugar, que en los últimos días vendrán hombres burlones y llenos de sarcasmo, que viven de acuerdo con sus pasiones, y que dirán: "¿Dónde está la promesa de su Venida? Nuestros padres han muerto y todo sigue como al principio de la creación". Al afirmar esto, ellos no tienen en cuenta que hace mucho tiempo hubo un cielo, y también una tierra brotada del agua que tomó consistencia en medio de las aguas por la palabra de Dios. A causa de esas aguas, el mundo de entonces pereció sumergido por el diluvio. Esa misma palabra de Dios ha reservado el cielo y la tierra de ahora para purificarlos por el fuego en el día del Juicio y de la perdición de los impíos. Pero ustedes, queridos hermanos, no deben ignorar que, delante del Señor, un día es como mil años y mil años como un día. El Señor no tarda en cumplir lo que ha prometido, como algunos se imaginan, sino que tiene paciencia con ustedes porque no quiere que nadie perezca, sino que todos se conviertan.  (II Pedro 3, 3-9)

Esta sección se crea el 2 de Abril de 2010, Viernes Santo, y día del Siervo de Dios Juan Pablo II, a quien se la encomendamos, junto con la interpretación correcta del Apocalipsis y todas las profecías que hablan sobre el Fin de los Tiempos.

Que la Virgen nos guíe en esta tan importante, actual y necesaria tarea, para que podamos ser de los que estemos escritos en el Libro de la Vida el Último Día.