Rubbio (Vicenza), 30 de julio de 1986
Arca de la Nueva Alianza
“Hijos predilectos, Yo os llevo cada día por el camino hacia la perfecta imitación de mi Hijo Jesús.
Sólo así podréis ser hoy una señal de alegría y de consolación para todos.
Éstos son los años dolorosos de la prueba. Ésta os ha sido ya preanunciada por Mí de tantos modos y con muchas señales.
Pero, ¿quién me cree?, ¿quién me escucha?, ¿quién se empeña de verdad en cambiar de vida?
Dos son las espadas que atraviesan mi Corazón de Madre. Por una parte veo el gran peligro que corréis, porque el castigo está ya a la puerta; y por otra veo vuestra incapacidad para creerme y aceptar las invitaciones a la conversión, que Yo os doy, para que podáis eludirlo.
Ahora me dirijo todavía a vosotros, mis predilectos e hijos a Mí consagrados, y os invito a levantaros sobre este mundo, de vuestras diarias preocupaciones, de los desordenados apegos a las criaturas y a vosotros mismos, de la mediocridad y de la tibieza, de una aridez más vasta cada día.
Entrad en el refugio, que la Madre celestial os ha preparado para vuestra salvación para que podáis pasar a salvo en mi Corazón Inmaculado los días terribles de la gran tempestad, que ya ha llegado.
Éste es el momento de refugiaros todos en Mí, porque Yo soy el arca de la Nueva Alianza.
“En los tiempos de Noé, inmediatamente antes del diluvio, entraban en el Arca aquellos que el Señor destinaba a sobrevivir a su terrible castigo. En vuestros tiempos Yo invito a todos mis hijos a entrar en el Arca de la Nueva Alianza, que Yo he construido en mi Corazón Inmaculado, para ser ayudados por Mí a sobrellevar el peso sangriento de la gran prueba, que precede a la llegada del día del Señor”.
No miréis a otra parte. Sucede como en el tiempo del diluvio y nadie piensa en lo que os espera.
Todos están muy ocupados en pensar solamente en sí mismos, en los propios intereses terrenales, en el placer, en satisfacer de todos los modos sus pasiones desordenadas.
¡Incluso en la Iglesia, qué pocos son los que se preocupan de mis llamadas maternales tan dolorosas!
Al menos vosotros, mis predilectos, debéis escucharme y seguirme. Entonces por medio de vosotros, Yo puedo llamar a todos a entrar lo más pronto en el Arca de la Nueva Alianza y de la salvación, que mi Corazón Inmaculado os ha preparado para estos tiempos del castigo.
Aquí estaréis en paz y podréis convertiros en señales de mi paz y mi maternal consolación para todos mis pobres hijos.”
Comentario:
Como bien ha dicho el Papa Juan Pablo II en una ocasión, hablando sobre el castigo de la humanidad, aclaró que si bien por las oraciones y sufrimientos de los justos se puede atenuar, el castigo no podrá ser evitado del todo.
Por eso es que la Virgen nos llama a entrar lo más pronto posible a la Nueva Arca de Noé, que es su Corazón Inmaculado, y al cual entramos por el acto de consagración a María.
Ella nos promete que quien se consagre y se convierta, eludirá el castigo, pues María lo protegerá en esos tiempos tremendos.
Tenemos que llamar a todos los hombres y avisarles de la proximidad de estas cosas, para que nadie sea sorprendido y todos tengan la posibilidad de salvarse.
Son palabras muy serias de María, que se queja amorosamente de que ni siquiera en la Iglesia se atienden sus mensajes, sus pedidos de oración, conversión y penitencia.
¿Acaso algún sacerdote conocido nos ha hablado de los mensajes angustiosos que María está dando en muchas partes del mundo? Si es así, benditos nosotros que hemos dado con un sacerdote que está al tanto de lo que pide María, y que prepara a sus fieles para la gran prueba que ya ha comenzado.
La Virgen en este mensaje nos da un ejemplo; nos pone como ejemplo los tiempos de Noé, en que la gente no se imaginaba lo que vendría sobre el mundo. Pero cuando Noé y su familia entraron en el Arca, llegó el diluvio y los hizo perecer a todos.
Ahora María nos dice que el Arca de estos tiempos es Ella misma, es María, es su Inmaculado Corazón, y nos invita a entrar lo más pronto posible a ella.
Pero el demonio hace todo lo posible por hacernos olvidar de estas cosas tan graves, y nos entretiene con mil bagatelas, nos ata a los bienes materiales y procura que estemos bien ocupados en buscar las cosas de la tierra. ¡Atentos con esto y despertemos de este letargo de muerte!
(Vea cómo Consagrarse al Corazón Inmaculado de María)
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En aquel tiempo, se alzará Miguel, el gran Príncipe, que está de pie junto a los hijos de tu pueblo. Será un tiempo de tribulación, como no lo hubo jamás, desde que existe una nación hasta el tiempo presente. En aquel tiempo, será liberado tu pueblo: todo el que se encuentre inscrito en el Libro. Y muchos de los que duermen en el suelo polvoriento se despertarán, unos para la vida eterna, y otros para la ignominia, para el horror eterno. Los hombres prudentes resplandecerán como el resplandor del firmamento, y los que hayan enseñado a muchos la justicia brillarán como las estrellas, por los siglos de los siglos. En cuanto a ti, Daniel, oculta estas palabras y sella el Libro hasta el tiempo del Fin. Muchos buscarán aquí y allí, y aumentará el conocimiento". Yo, Daniel, miré y vi que otros dos hombres estaban de pie, uno en una orilla del río y otro en la orilla opuesta. Uno de ellos dijo al hombre vestido de lino que estaba sobre las aguas del río: "¿Para cuándo será el fin de estos prodigios?". Yo oí al hombre vestido de lino que estaba sobre las aguas del río. Él alzó su mano derecha, y su mano izquierda hacia el cielo y juró por aquel que vive eternamente: "Pasará un tiempo, dos tiempos y la mitad de un tiempo; y cuando se haya acabado de aplastar la fuerza del pueblo santo, se acabarán también todas estas cosas". Yo oí, pero no entendí. Entonces dije: "Señor mío, ¿cuál será la última de estas cosas?". Él respondió: "Ve Daniel, porque estas palabras están ocultas y selladas hasta el tiempo final. Muchos serán purificados, blanqueados y acrisolados; los malvados harán el mal, y ningún malvado podrá comprender, pero los prudentes comprenderán. A partir del momento en que será abolido el sacrificio perpetuo y será instalada la Abominación de la desolación, pasarán mil doscientos noventa días. ¡Feliz el que sepa esperar y llegue a mil trescientos treinta y cinco días! En cuanto a ti, ve hacia el Fin: tú descansarás y te levantarás para recibir tu suerte al fin de los días". (Daniel 12, 1-13)
Sepan, en primer lugar, que en los últimos días vendrán hombres burlones y llenos de sarcasmo, que viven de acuerdo con sus pasiones, y que dirán: "¿Dónde está la promesa de su Venida? Nuestros padres han muerto y todo sigue como al principio de la creación". Al afirmar esto, ellos no tienen en cuenta que hace mucho tiempo hubo un cielo, y también una tierra brotada del agua que tomó consistencia en medio de las aguas por la palabra de Dios. A causa de esas aguas, el mundo de entonces pereció sumergido por el diluvio. Esa misma palabra de Dios ha reservado el cielo y la tierra de ahora para purificarlos por el fuego en el día del Juicio y de la perdición de los impíos. Pero ustedes, queridos hermanos, no deben ignorar que, delante del Señor, un día es como mil años y mil años como un día. El Señor no tarda en cumplir lo que ha prometido, como algunos se imaginan, sino que tiene paciencia con ustedes porque no quiere que nadie perezca, sino que todos se conviertan. (II Pedro 3, 3-9)
Esta sección se crea el 2 de Abril de 2010, Viernes Santo, y día del Siervo de Dios Juan Pablo II, a quien se la encomendamos, junto con la interpretación correcta del Apocalipsis y todas las profecías que hablan sobre el Fin de los Tiempos.
Que la Virgen nos guíe en esta tan importante, actual y necesaria tarea, para que podamos ser de los que estemos escritos en el Libro de la Vida el Último Día.