Actualizado el domingo 25/MAY/25

MEDITACIÓN DE HOY

No ceder. 

Cierto religioso, misionero de Indias, asistiendo a un condenado que se hallaba en el patíbulo, le oyó decir: “Sepa, padre, que fui de su orden; mientras observé fielmente las reglas, viví contento; mas cuando empecé a relajarme, en el mismo punto sentí pena y trabajo en todo, de tal manera que, abandonando la religión, di rienda suelta a los vicios, que, por fin, me trajeron al estado miserable en que me ve. Le digo esto –añadió- para que mi ejemplo pueda servir de escarmiento a otros”. El venerable Luis de la Puente decía que para disfrutar de paz había que tomar las cosas dulces de la vida como amargas, y las amargas como dulces. Sí, porque lo dulce, aun cuando agrade a los sentidos, deja, sin embargo, un amargo remordimiento de conciencia, por la complacencia desordenada que en ello se tiene, al paso que lo amargo, aceptado pacientemente, como venido de la mano de Dios, tórnase suave y querido a las almas que lo aman.

 “Práctica de amor a Jesucristo” – San Alfonso María de Ligorio 

Comentario: 

¡Cuántas veces cuando estamos por hacer algún sacrificio o mortificación, oímos en nuestro interior: “déjalo para otro día”, “te va a hacer mal”, “no sirve de nada”, etc.! O cuando estamos cansados y llega el momento de la oración: “Déjalo para mañana”.

Es el diablo el que nos sugiere estas cosas, porque él no ataca a la descubierta sino que como dice el dicho: Entra con la nuestra y se sale con la de él.

El demonio no nos dirá un NO terminante, sino que nos insinuará excusas de las más justas y prudentes en apariencia, pero que son un paso a la pereza y al abandono y enfriamiento, y esto después es difícil de revertir, como le sucedió a este religioso del ejemplo.

No tenemos que achicarnos, sino combatir valientemente, contra viento y marea, porque lo que nos jugamos es nuestra propia salvación y también la salvación eterna de nuestros seres queridos y de quién sabe cuántas almas más. Porque nadie se salva solo ni se condena solo. Y si nos salvamos, con nosotros se salvarán muchas más almas. Así que por nada del mundo dejemos las armas, y especialmente la oración, por la que se consigue la victoria sobre el enemigo y sobre nosotros mismos y nuestros caprichos.

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