(Sección especialmente dedicada a los Instrumentos de la Divina Misericordia)

Actualizado el lunes 19/FEB/24

Mensaje a los Instrumentos de la Divina Misericordia 

 

25 de marzo de 1980

Fiesta de la Anunciación del Señor

Mi “sí” y vuestro “sí”.

“Hijos predilectos, mirad hoy a vuestra Madre Celeste en el momento en que dice su “sí” a la Voluntad del Señor.

Este “sí” ha florecido en mi alma como fruto de mucho silencio.

Un silencio interior, en que habitualmente vivía, orientándome a buscar sólo la Palabra de Dios.

En el silencio más profundo, el Verbo se comunicaba a mi alma, mientras mi mente se abría para acogerlo y mi corazón se cerraba para custodiarlo celosamente.

Un silencio exterior, que me substraía a los rumores, a las distracciones, y a las vicisitudes que se desarrollaban a mi alrededor, para recogerme en la perfecta aceptación del querer de Dios, que procuraba cumplir a través de mi humilde y común modo de vivir.

Así el silencio escondía el gran designio del Padre, y, cuando me fue manifestado, todavía debí custodiarlo celosamente en el corazón, con el silencio.

Mi materno asentimiento fue, por tanto, invisible y secreto, ya que sólo el Padre lo esperó y acogió.

Mi “sí” brotó del corazón como fruto también de mucha oración.

Toda mi vida era ya un encuentro de amor con el Padre, el cual, en lo secreto, me manifestaba cada vez más el arcano designio del Verbo, que habría de hacerse carne en mi seno virginal.

Comprendía el verdadero sentido de la Divina Escritura y cada cosa se me hacía más clara en lo que se refería a mi vocación. Debía disponerme a dar mi carne y mi sangre al Verbo del Padre, que se encarnaría en mi seno para ofrecerse sobre la Cruz como signo de salvación para todos.

Así mi “sí” fue también un perfecto asentimiento a mi padecer porque en aquel momento acogí en mi seno virginal todo el sufrimiento del Hijo.

Con el alma vi las heridas de sus manos y de sus piececitos antes de nacer, y el horrible desgarro de su corazón antes de sentir sus latidos; y lo vi extendido sobre la Cruz antes de contemplarlo recién nacido sobre la cuna.

Hijos predilectos, contemplad hoy a vuestra Madre Celeste en el momento en que dice Su “sí” al Querer del Padre.

También ahora se os llama a repetirlo para que pueda cumplirse el designio del Padre sobre vosotros.

Acojo en mi Corazón Inmaculado vuestro “sí”, que hoy todos vosotros pronunciáis. Este “sí” debe florecer en vosotros como fruto de mucho silencio.

Conservad en el corazón la Palabra del Padre; custodiad en el secreto del alma el designio que la Madre os revela.

Sustraeos a los estrepitosos rumores del mundo. Defendeos de esta oleada de palabras y de imágenes, que todo lo trastorna y contamina. Casi ninguno sabe ya guardar este silencio interior; y por esto mi Adversario logra seducir y violar los corazones y las almas.

Decid vuestro “sí” para que el Querer del Padre se cumpla. Por esto se os llama a penetrar cada vez más en sus mismos secretos.

Lo hacéis con vuestra oración que os pone en comunicación con Dios.

Así os podéis convertir hoy en la misma voz de Dios, palabra suya vivida. Sólo esto pide Jesús en el momento actual a sus Sacerdotes, mientras muchos le traicionan, abusando de sus mismas divinas palabras.

Decid Conmigo vuestro “sí” a la Cruz, hijos míos predilectos, porque también para vosotros han llegado las horas de la pasión y del Calvario.

Así como en mi seno virginal acogí el Verbo del Padre, así también hoy recojo a cada uno de vosotros en mi Corazón Inmaculado, mientras os contemplo ya en el momento de vuestra oblación reparadora.

Vuestro “sí”, pequeños hijos míos, junto con el “sí” que vuestra Madre Celeste repite perennemente con alegría a Dios...

Entonces, también en vosotros se podrá cumplir el Querer del Padre, y mi Corazón Inmaculado se convertirá en el altar sobre el que seréis inmolados para la salvación del mundo.”

(Mensaje de la Santísima Virgen al Padre Gobbi, del Movimiento Sacerdotal Mariano)

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