Llevar a María a sus hijos.
A veces, como Apóstoles de la Inmaculada, no podremos llevar a los hijos descarriados a los pies de María. Pero sí podemos hacer a la inversa: llevar a María hacia los hijos.
Y ésa es nuestra misión como apóstoles de la Inmaculada: llevar una Madre, la más buena y tierna de las madres, a todos los hijos que están huérfanos en el mundo.
¡Qué contenta estará con nosotros la Virgen de que la llevemos a las casas de los hermanos! Podemos llevar una imagen de Ella, regalar Rosarios, estampitas, medallas, y María se sentirá muy feliz con nosotros y bendecirá todas nuestras empresas, no sólo las espirituales y apostólicas, sino también las materiales y del siglo.
Si sabemos por la fe que María está con su cuerpo glorioso a nuestro lado en todo momento, entonces cuando vamos a visitar una casa, estamos llevando a María, que va con nosotros. ¿Por qué entonces no le decimos a Ella que se quede en esa casa para siempre, para cuidar a los moradores y darles todo lo necesario para la vida espiritual y material? Hagamos la prueba y veremos que María nos obedece y se queda en dicha casa, aumentando con ello la felicidad de aquella familia, la paz y la armonía.
Recordemos que María, luego de la Anunciación del Ángel, partió y fue sin demora a la casa de su prima Santa Isabel. Pues bien, María sigue siendo esa mujer solícita con los necesitados, y va contenta a las casas donde la necesitan. Acompañémosla nosotros mismos, que somos sus humildes apóstoles.
¡Ave María Purísima!
¡Sin pecado concebida!
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