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Revelación.
El anciano Simeón reconoció en ese Niño que se presentaba en el Templo, al Mesías del Señor, es decir, a Dios que visitaba a su pueblo. Y lo reconoció porque en él estaba el Espíritu Santo que le desveló el misterio. También nosotros debemos creer firmemente que en la hostia pura y blanca, que está dentro del Tabernáculo, está realmente presente Jesús con su Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad, y al igual que en aquel tiempo que María lo llevó al Templo, ahora nos lo presenta también María para que lo adoremos en el Santísimo Sacramento. Pero solo pueden ver al Señor quienes tienen la Luz de Dios, y para tener la Luz de Dios hay que estar en gracia de Dios, tener el alma viva porque se cumplen los Diez Mandamientos. Cuando más limpia de pecado tengamos el alma, tanto más veremos a Jesús en la Eucaristía, pues el Señor dice que son felices los puros de corazón porque verán a Dios.
¡Viva Jesús Sacramentado!
¡Viva María, su Madre Inmaculada!
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