- María, ¿por qué, una vez llegados al Purgatorio, no se pueden adquirir méritos y, en cambio, mientras se está en la tierra siempre se los pueden adquirir?
- Porque en el momento de la muerte los méritos se terminan. Mientras uno vive en la tierra puede reparar el mal que ha cometido antes. Las almas del Purgatorio tienen una santa envidia por esta posibilidad nuestra. Hasta los Angeles son celosos de nosotros, porque tenemos la posibilidad de "crecer" mientras estamos sobre la tierra. Pero muchas veces la aparición del sufrimiento en nuestra vida nos hace rebelar y tenemos dificultad en aceptarlo y vivirlo bien.
- Entonces, ¿cómo vivir el sufrimiento para que pueda dar frutos?
- Los sufrimientos son la prueba más grande del amor de Dios, y si se ofrecen bien, pueden ganar muchas almas.
- Pero ¿qué hacer para recibir los sufrimientos como un don, y no (como se hace con frecuencia) como una punición o un castigo?
- Hay que ofrecerlo todo a la Virgen Santa, pues ella sabe mejor que nadie quién necesita esta o aquella ofrenda para ser salvado.
Quisiera referir aquí un testimonio que María me ha contado a propósito del sufrimiento. El hecho ocurrió en el año 1954. Una serie de avalanchas muy desastrosas se abatieron sobre un pueblito cercano al de Mana, causando gravísimos daños. Otros aludes se habían precipitado en dirección al pueblito de María. Pero aquí sucedió que los aludes se detuvieron ante el pueblito en modo ciertamente milagroso, sin causar algún daño. Las almas dijeron a María que en ese pueblito había vivido y muerto una mujer que, durante treinta años, estuvo enferma y había sido cuidada muy mal; había sufrido terriblemente durante todos esos años, ofreciendo todos sus dolores por el bien de su pueblito. Las almas revelaron a María que, gracias al ofrecimiento de aquella mujer, el pueblito se había salvado. Ella había ofrecido sus sufrimientos durante 30 años y los había soportado con paciencia. María nos dice que, si aquella mujer hubiese gozado de buena salud, no hubiese podido proteger a su pueblito; agrega que con el sufrimiento, pacientemente soportado, se pueden salvar más almas que con las oraciones. No tenemos que ver siempre el sufrimiento como una punición. Puede ser aceptado como expiación, no sólo para nosotros mismos, sino sobre todo para los demás. Jesucristo era inocente, y fue El quien sufrió más que todos para expiar por nuestros pecados.
Sólo en el Cielo sabremos totalmente lo que hemos obtenido por medio del sufrimiento soportado pacientemente, en unión con los sufrimientos de Cristo.
- María, ¿se da una cierta rebeldía por parte de las almas del Purgatorio a causa de sus sufrimientos?
- No, ellas quieren purificarse y comprenden que los sufrimientos son necesarios.
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