Actualizada el domingo 25/AGO/13 (Primera entrega)
Dar buen consejo al que lo necesita
Repercusión.
La repercusión que puede tener una buena obra no se puede medir, y sólo en el Cielo veremos todo el bien que hicimos al dar, por ejemplo, un buen consejo a quien lo necesitaba. Porque por medio de ese consejo oportuno y bueno, quizás hemos salvado esa alma, pero además otras miles e incluso millones de almas, ya que si dimos el consejo oportuno a un alma elegida de Dios, a un instrumento suyo, los bienes que de ello se sucederán serán cuantiosos.
Y como nosotros no sabemos a quiénes elegirá Dios para extender su Reino y salvar almas, es que siempre debemos practicar esta hermosa obra de misericordia que es dar un buen consejo a quien lo necesita, porque un buen consejo puede salvar un alma o muchas más.
Y tratemos de que cuando damos el consejo no sermoneemos, sino más bien seamos humildes y mostremos nuestro punto de vista a la persona, no para aplastarla con lo que le decimos, sino más bien para ayudarla a elevarse en el espíritu, porque muchas veces más que buenos consejos, lo que hacemos son reproches.
Tenemos que ser muy caritativos con todos y aconsejar lo bueno para que las personas se acerquen a Dios y produzcan frutos en sí mismas y en los demás.
A veces decimos tantas palabras inútiles, ¡y somos tan parcos o tacaños en pronunciar palabras de consejo!
Y para no errar en aconsejar a las personas, tenemos que estar bien aconsejados nosotros por el Espíritu Santo, y eso lo lograremos si frecuentamos los sacramentos, y si vamos seguido a los pies de Jesús Sacramentado a beber de la fuente de la Sabiduría.
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