Actualizado el jueves 15/FEB/24

Ser santos

El amor.

No es difícil ser santos. Porque ser santos no se trata de hacer muchas penitencias, o practicar muchas devociones y oraciones, o hacer muchas obras, sino que ser santo se simplifica en una sola cosa: amar. Efectivamente quien ama a Dios y al prójimo ya es santo. Y cuanto más ame, tanto más santo será.

Tenemos que acostumbrarnos a hacer cada cosa del día con mucho amor a Dios. Decirle que lo amamos. Repetir frecuentemente el acto de amor que Jesús enseñara a Sor Consolata Betrone: “JESÚS, MARÍA OS AMO, SALVAD LAS ALMAS”. Porque Dios lo tiene todo y no necesita de nada ni de nadie. Pero no tiene nuestro corazón, y lo quiere.

¿Acaso no es eso lo que mandan los dos mandamientos más grandes que nos ha dicho el Señor: Amar a Dios sobre todas las cosas y amar al prójimo como a nosotros mismos? Así de fácil es la santidad. Entonces dejemos todas las demás cosas exteriores y lancémonos en el mar del amor de Dios y del prójimo.

Porque si pensamos bien, en el mundo de hoy hay una crisis de santidad, porque hay crisis de amor. ¿Por qué el aborto? Porque no hay amor ¿Por qué las guerras? Porque falta amor. Y todo problema se puede reducir en definitiva a la falta de amor.

Jesús quiere salvar al mundo y nos vuelve a recordar que los hombres hemos sido hechos para amar, y que sólo amando seremos perfectos, y estaremos felices en este mundo, y luego en el Paraíso disfrutaremos en plenitud del Amor.

Hagamos cada acción del día por amor a Dios. Digámosle al Señor muchas veces en el día, que lo amamos, que no podemos vivir sin Él. Nosotros preocupémonos por amar a Dios y por nada más, porque el Señor se ocupará de todo lo nuestro, como lo ha prometido a varios Santos: que si nosotros nos preocupamos de Él y de sus cosas, de amarlo, entonces Él se ocupará de nosotros y de nuestras cosas.

Si desea recibir estos textos en su correo electrónico, por favor
SUSCRÍBASE AQUÍ