Qué se dice.
Cuando uno oye lo que alguien dice, no debe guiarse por quién es el que lo dice, sino que más bien debe prestar atención a qué es lo que dice esa persona. Porque por ejemplo hoy en día hay teólogos, que supuestamente tienen mucho estudio, pero que no dicen la verdad, sino que mezclan la verdad con el error. En cambio cuántas personas sencillas y sin conocimientos teológicos, los aventajan en el camino de la Sabiduría, que gusta revelarse a los pequeños, y esquiva a los humanamente doctos.
El Evangelio es un claro ejemplo de ello, puesto que los pastores de Belén, aventajaron muchísimo a los fariseos, doctores y escribas, que no entraron ellos en el Reino, e impidieron que otros entraran.
Y Jesús mismo, a pesar de ser el Hijo de Dios, el Verbo encarnado, tuvo que padecer la desconfianza de los hombres y de sus mismos compatriotas, por el hecho de su origen humilde y por ser “galileo”, es decir, de una zona despreciada de Israel, y por ser “el hijo del carpintero”.
Si queremos vivir bien el Evangelio, debemos tener en cuenta estas cosas y no dejarnos llevar ni guiar por los títulos que tienen las personas, sino por lo que dicen, porque por las palabras y, sobre todo, por las obras, es como se conoce a los hombres, puesto que Jesús nos ha enseñado a reconocer al árbol por sus frutos.
Hay que quedarse con lo bueno, lo diga quien lo diga; y hay que evitar y descartar lo malo, lo diga también quien lo diga.
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Todos los males individuales, familiares, nacionales y mundiales, vienen de no practicar lo que dice el Santo Evangelio.
Ya lo dice Jesús mismo, que el hombre que escucha sus palabras pero no las practica, se parece a uno que edificó su casa sobre arena, y que al soplar los vientos, desbordarse los ríos y embestir contra la casa, ésta se desmorona y queda una gran ruina.
Pues así sucederá con aquel que oiga o lea el Evangelio, pero que no se esfuerce en practicarlo. Se encontrará que al final de su vida, su casa, es decir, su alma, estará en ruinas. Y ya sabemos para qué son buenas las ruinas, para demolerlas del todo porque no sirven para nada. Y así será para nuestra alma, que será desechada para siempre en el Infierno.
Obrar de acuerdo al Evangelio, es lo que nos hará felices en el Cielo y ya desde esta vida, porque no hay nadie que sea más feliz que aquél a quien su conciencia no le reprocha nada.
Y por otro lado, quien no actúe de acuerdo al Evangelio, será infeliz para siempre en el Infierno, y su infelicidad ya comenzará desde esta vida terrena.
Por eso en esta sección, creada el 11 de Septiembre de 2011, iremos exponiendo las enseñanzas del Evangelio y el modo de llevarlas a la práctica en nuestra vida cotidiana, para hacerlas carne en nosotros y así edificar la casa sobre roca.