HOME

PORTADA

Por el Reino de María

La Victoriosa Reina del Mundo

 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

V

LA VICTORIOSA REINA DEL MUNDO 

El Rey y la Reina 

Fue en la festividad de Cristo rey de 1939 cuando tuve la visión del Salvador como mi real esposo. Su figura era majestuosa y su rostro muy hermoso. Todo irradiaba amor. El manto real colgaba de sus hombros y una corona de tres piezas brillaba en su cabeza.

Cuando estoy frente a un hombre ilustre, mi corazón late con fuerza, pero en ese momento no. Sentí que Él me atraía a su divino Corazón con su ardiente amor. Esto sucedió con tal fuerza que corrí hacia Él y me postré a sus pies. Él se inclinó y me levantó, cubriéndome con una punta de su real manto.

–Mi Salvador y mi Rey –grité-. ¡Por favor, reina siempre en mí!

–Mi real trono está ya en tu corazón –me contestó-. En ti mi reino está completo. Pero donde reina mi amor, será levantada mi cruz.

Entendí que Jesús quería algún sacrificio de mí. Me volví hacia Él con alegría, dispuesta a obedecer, y le dije:

–Mi buen Jesús, quiero que reines en mí según tu voluntad; ¡estoy dispuesta a llevar la cruz por ti!

Él me miró complaciente y mientras yo descansaba en su pecho, pude ver cómo Él lanzó una mirada a todo el mundo. Comprendí que anhelaba algo.

– ¿Cuál puede ser el deseo de tu Corazón? –pregunté-. Él se inclinó hacia mí con indescriptible amor y me dijo:

–Si el mundo reconoce al Hijo como Rey, es justo, correcto y propio que la Madre del Hijo reciba el honor de Reina. Es por esto que Yo quiero que mi Madre Inmaculada sea reconocida por todo el mundo como la Victoriosa Reina del Mundo. ¡Este reconocimiento debe ser proclamado abierta y solemnemente!

Cuando el Salvador dijo “solemnemente” vi que de una brillante nube salió una maravillosa procesión. No puedo describirla en detalle, porque era una procesión celestial y el lenguaje humano no es apto para describir las cosas celestiales. Jesús, sin embargo, la miró con gozo. Vi entonces que los ángeles llevaban un trono celestial y sentada en el trono como una reina, a la Santísima Virgen. Llevaba un real manto y una triple corona. La corona tenía una referencia especial a la Santísima Trinidad, ya que la Virgen es al mismo tiempo hija, esposa y madre de Dios.

La Virgen María tenía el cetro de Reina en la mano derecha y una esfera en la izquierda. En la esfera estaba sentado el Niño Jesús, también en pompa real, pues sobre la cabeza de Jesús vi también una corona. En la mano izquierda del Niño había una pequeña cruz, que Él apretaba a su Corazón y en su mano derecha el real cetro. La procesión iba acompañada por una música maravillosa.

De repente, la visión de la procesión desapareció y vi otra vez a Jesús como Rey. A su derecha estaba su Madre como Reina del Mundo. Entendí que la procesión celestial era la precursora de esas otras muchas procesiones que vendrían a celebrar a María como Reina en todo el mundo: en pueblos y en aldeas, por los campos y las montañas, en los hogares y en los corazones, como la Victoriosa Reina del Mundo.

Durante esta visión, el Salvador me hizo saber que esta solemne fiesta sería celebrada durante el reinado del Papa Pío XII (esto ocurrió en 1954 durante el Año Mariano) Además Jesús me hizo saber que Él bendeciría está fiesta de una manera especial. Los sacerdotes escogidos para promover esta devoción sufrirían mucho y serían humillados. Pero Jesús prometió su ayuda a esos sacerdotes. “Estaré con ellos en sus sufrimientos –me dijo-, y mientras decía esto, puso su mano derecha en su Corazón y la levantó para bendecir: la gracia fluía como un río sobre las almas escogidas de esos sacerdotes.

Entonces vi cómo su mirada se posaba sobre mi padre confesor y entendí lo que le dijo: “Las bendiciones de mi Corazón, la llama de mi Amor y la fuerza de mi Voluntad estarán con mis sacerdotes fervientes; ellos serán la escalera por la que mi Madre Inmaculada subirá hasta el trono de su gloria como la Victoriosa Reina del Mundo”. 

La sociedad de María 

Entendí también que Jesús deseaba establecer una nueva congregación religiosa con el nombre de la “Sociedad de María”. Entendí que esto debía comunicarse lo más pronto posible a los sacerdotes: ésta era la voluntad de Dios para salvar almas.

Vi que la devoción universal a la Santísima Virgen como la Victoriosa Reina del Mundo comenzaría en Hungría. Me di cuenta que el Salvador ardientemente deseaba que se estableciera esta devoción. Con esto, el Padre celestial quiere probarle al mundo que la Santísima Virgen, como Reina del Mundo, será victoriosa sobre el mundo, el pecado y el infierno.

Después de esto el Salvador me dijo que Él concedería la paz prometida al mundo sólo si se extiende por todo el orbe la devoción a su Madre Inmaculada como Reina del Mundo y se establece la Orden de María. También vi que hablando de paz el Salvador no se refería a la paz que seguiría a la Segunda Guerra Mundial, sino a la que vendría después de la purificación del mundo.

La palabra “paz” tiene un significado muy profundo y secreto y por esto, cada vez que la escuchaba de los labios de Jesús, un mar de luz irradiaba de su boca y mi alma se llenaba de indecible felicidad. No me sentí digna de preguntarle sobre este secreto. 

La Trinidad y la Virgen María 

Un sábado primero de mes el Señor me dio una nueva gracia. Me enseñó a un sacerdote que trabajó en la propagación de la devoción a la Victoriosa Reina del Mundo. El fervor de este hombre consagrado fue tan grato a Jesús que Él se unió a este sacerdote. Jesús dijo a los ángeles del cielo: “Vengan a ver lo que estoy dispuesto a hacer si un alma me lo pide”.

Entonces apareció la Santísima Virgen como Reina del Mundo. Se veía muy joven; en su cabeza brillaba una real corona y sus pies estaban cubiertos con nubes brillantes. La vi que bendecía al mundo. El mundo estaba ceñido con una corona de espinas en la cual había un lirio (uno de los títulos de María es: Lirio entre las espinas). A la derecha de la Santísima Virgen estaba Jesús y a la izquierda el Padre, y sobre ellos revoloteaba el Espíritu santo. Una luz maravillosa irradiaba de la Santísima Trinidad hacia la Santísima Virgen. María extendía sus brazos sobre la tierra como protegiéndola; el brazo izquierdo de Jesús y el brazo del Padre se extendían sobre las manos de María, como para comunicarle su poder. La Santísima Trinidad bendijo al mundo por las manos de María. En el momento de esta bendición, como irradiando de las manos de María apareció en letras grandes y brillantes la palabra PAX (paz).

Pero la palabra no llegó al mundo, sino voló sobre la mano derecha de Jesús y se quedó flotando allí. Por esto entendí que si bien es la Santísima virgen la que debe preparar la paz para el mundo, cuando Ella termine su misión, Ella lo entregará todo a Jesús. A su vez Jesús, dará la paz al mundo sólo cuando “llegue la hora”. Este es el secreto de los últimos tiempos, el secreto de la era más feliz que está por llegar. 

El canto de los ángeles 

Mientras la Santísima Virgen daba su bendición al mundo, escuché el canto de los ángeles y los santos: “¡Gloria al Padre, gloria al Hijo, gloria al Hijo, gloria al Espíritu Santo, a través de la Santísima Virgen, la Victoriosa Reina del Mundo, ahora y por siempre. Amén, aleluya!”

Entendí que este canto es una oración maravillosamente poderosa, si el alma la entona incesante e interiormente con sinceridad y total abandono. Jesús me hizo saber también que Él derramará gracias especiales sobre las almas que trabajen sin descanso para promover la devoción a la Victoriosa Reina del Mundo. 

“¡Arrepiéntanse y hagan reparación!” 

Poco después, volví a ver a la Santísima Virgen junto con la Santísima Trinidad. Ella vestía un real atuendo. Bajo sus pies estaba el mundo como un globo. Su figura era majestuosa. Irradiaba una gran humildad y sin embargo era una majestuosa reina. Sus facciones eran tiernas e infinitamente amorosas, pero al mismo tiempo maravillosamente serias. Llevaba un vestido blanco como la nieve, con un lazo azul alrededor de su cintura. Sobre su vestido tenía un manto escarlata con una brillante hebilla dorada; del manto flotaba un velo azul turquesa. Supe que la brillante hebilla dorada representaba su especial relación con la Trinidad. Su cabello castaño estaba partido por el medio y cubierto también con un velo transparente. Llevaba una tiara en la cabeza. En su mano izquierda tenía un cetro y levantó su derecha para bendecir. Las gracias fluían de su mano como una luz que iluminaba el mundo entero, especialmente Hungría, pero fluía ante todo sobre la ahora sufrida y perseguida Iglesia. Bajo su pie vi aplastada la cabeza de la serpiente que se enroscaba alrededor del mundo en una derrota total. La alegría de la Santísima Virgen irradiaba como luz hacia la Santísima Trinidad, que aparecía tenuemente en las alturas. Entonces Ella se volteó hacia mí con amor maternal y lentamente me dijo: “¡Haz reparación! ¡Haz reparación! ¡Haz reparación! Porque sólo de este modo serás merecedora de gracias”. 

¿Son necesarias las apariciones de la Virgen? 

Mucha gente me ha hecho esta pregunta. Yo se la pasé a Jesús, quien dijo:

–Hija mía, como sólo hay un gobernante en un país y los demás son súbditos, así en el universo hay un solo soberano. Como el gobernante terrenal se presenta ante sus súbditos acompañado de su esposa, para que los súbditos vean no sólo el rigor de la ley, sino también el amor de la misericordia, así hace el Señor del universo para que sus súbditos no mueran de espanto al ver sólo su justicia.

–Cuando mi Madre Inmaculada les habla, ustedes oyen las palabras de mi misericordia para que se arrepientan, se conviertan y dejen de pecar. Yo, el Señor del universo, no niego a nadie mi misericordia, aunque viva en el lugar más remoto de mi imperio; Yo los conozco a todos, conozco los secretos de su corazón. Así pues, no te sorprenda que en estos días mucha gente oiga palabras de misericordia. ¡En verdad te digo que si no se convierten, experimentarán el rigor de mi justicia! 

En una ocasión me dijo la Virgen:

–He hablado con la gente en todas partes, en el idioma con el que ellos dicen sus oraciones. Les hablo a todos porque la Buena Nueva de mi Hijo es para todos. Ellos se llenan de amor mucho más fácilmente si ven que me parezco a ellos. 

¿Cuándo se convertirá el mundo? 

Muchas veces Jesús me explicó lo impropio que es quejarse de todo lo que a nosotros nos está pasando, ya sea un simple contratiempo o una verdadera desgracia.

–Hija mía, –me dijo el Salvador- según mi palabra en el Evangelio, todos los que viven por la espada, a espada perecerán (cf Mt 26,52), y debes saber que hablaba de aquellos quienes en vez de aceptar mi voluntad, vagan en los laberintos del mundo. Ellos estiman más las cosas exteriores que las espirituales, confían más en su visión oscura que en mi luz. Si no se convierten, se perderán. Si ves lo depravado que es el mundo, no tiembles por la condición del mundo, más bien tiembla por ti misma y sobre todo ten sed de mi Verdad.

–No preguntes cuándo se convertirá el mundo, más bien pregúntate cuándo te vas a convertir tú. ¿Cuándo te darás cuenta que ni un cabello de tu cabeza puede caer sin que lo sepa tu Padre celestial? ¿Cuándo te darás cuenta que no hay mal terrenal que no sirva para mejoramiento de quien tiene el temor de Dios? Hija mía, deberías saber que el fuego que está destruyendo al mundo, el fuego de Satanás, lo permite mi Padre. Mediante la destrucción que este fuego provoca, lo bueno es separado de lo malo. Probados y purificados por el fuego, los buenos se vuelven mejores. ¡Dilo a todos mis hijos! 

Sobre el mismo tema la Virgen me dijo lo siguiente:

–El tiempo de la conversión del mundo está escondido en lo más profundo de mi Inmaculado Corazón. Tu obligación es la de orar y tener confianza. Yo, la Victoriosa Reina del Mundo, estoy cerca de ti con mi poder y mi ayuda, más cerca de lo que tú crees. Tú que has aprendido la verdad, ¡regocíjate y espera con paciencia constante!

–Regocíjate, repito: regocíjate, porque el Padre celestial ha hecho cosas grandes en mí. Él me elevó sobre todos los demás, me bendijo con el real poder de una reina y puso en mis manos la tarea de la salvación del mundo. Yo soy la Victoriosa Reina del Mundo, la Reina de todas las almas. ¡Todos los ejércitos del infierno no pueden resistirme! Escucha lo que te digo: ¡la victoria está en mis manos! 

Poder sobre el mundo 

Muchos me preguntaron cómo hay que entender el poder de la Santísima Virgen sobre el mundo. La respuesta me vino de la misma Santísima Virgen:

–Mi poder sobre el mundo como Reina es una bendición y una gracia para todas las almas, para todas las naciones y para todo el mundo. Si no se me concediera el poder sobre el mundo, el mundo ya se hubiera hundido en el infierno hace mucho. Mi poder es el poder de una madre sobre sus hijos, que sin esa protección habrían sido destruidos.

–Mi poder sobre el mundo significa, además, el poder sobre todos los arcángeles junto con los ejércitos que el Padre celestial ha puesto a mi lado para combatir al demonio y a sus seguidores, cuando venga el momento de mi victoria. 

La pequeña Niña de Nazareth 

Si pensamos en nuestra Madre, no debemos olvidar que Ella no es solamente “la Mediadora de todas las gracias”, no sólo la “Reina dotada de todo poder”, sino que Ella es al mismo tiempo esa pequeña Niña de Nazareth: joven y linda, llena de piedad, humilde y servicial. Su humildad creció incesantemente y esto es lo más significativo en Ella. Porque es “la Esclava del Señor”, a quien el Señor ha elevado, por su humildad sin medida y su ardiente amor, sobre todas las creaturas. De esta esclava del Señor nació el Salvador del mundo. Ella es la sierva y al mismo tiempo la Madre de Dios. Es la sierva pero también la Reina. Fue humillada y sin embargo su Hijo le concedió todo poder sobre el mundo. Es la más pequeña, como la semilla de mostaza de la parábola y sin embargo, es la primera después de Dios. Ella nos transmite todas las gracias y nosotros no podemos ir a Jesús sino por Ella. Nuestras almas están cubiertas de miseria y pecado pero Jesús nos resucita a través de la Madre de la Iglesia, a través de la Victoriosa Reina del Mundo.

Por la victoria de Nuestra Santísima Madre, todos recuperamos la vida que hemos perdido en el paraíso por el pecado original y en este mundo renovado y limpio la gente vivirá casi sin pecado. 

El lirio 

Cuando yo vi a la Victoriosa Reina del Mundo y, bajo sus pies, al mundo sumergido en el pecado y rodeado por una corona de espinas, vi un lirio salir de las gruesas espinas. Entendí que este lirio simboliza tanto el alma como está ahora, como el alma cómo será cuando viva en el paraíso. La Santísima Virgen me dijo que el lirio representa la fuerza original de un alma, la parte de un alma que ha conservado la inocencia original, la parte que el pecado no puede ensuciar. Este lirio simboliza la pureza que prevalece sobre el pecado, a pesar de todo el mal. Como resultado de la “purificación”, la humanidad vivirá en la pureza y belleza en que el Padre creó al primer hombre.

Como la Santísima Virgen preparó el lugar para el Salvador en su primera venida con su humildad, pureza y sabiduría, así será en su segunda venida. En la segunda venida, cuando el Padre celestial, por así decirlo, glorifique al mundo, ¡Cristo triunfará! Su victoria es la victoria de la gracia y de la misericordia, la victoria de los rayos del sol sobre el gélido mundo.


VIII

DESIGNIOS DE DIOS PARA EL FUTURO DEL MUNDO 

¡Este es el tiempo de María! 

Vi a la Santísima Trinidad hablar sobre el destino de la humanidad ahora inmersa en el pecado. Los ángeles, los santos y todo el cielo postrados al mismo tiempo, la adoraban en silencio. El Padre celestial dijo:

–El mundo inmerso en el pecado tiene que ser destruido de acuerdo con mi justicia.

Luego vi a Jesús, el Amor Misericordioso, cerca del Padre, suplicando; se postró ante el Padre, y aunque unido a Él, Él era sin embargo una persona distinta; dijo:

– ¡Padre mío, soy tu Hijo. Me ordenaste morir por este mundo!

Luego Él mostró sus heridas que ardían como fuego. La mano del Padre celestial –que ahora no parecía una mano paternal, sino una mano pesada, justa y castigadora- cargaba su peso sobre el mundo. Luego Jesús puso su mano herida debajo de la de su Padre y pidió:

–Por favor, ¡ten misericordia por algún tiempo!

Pero la mano del Padre celestial empujó hacia abajo la mano de Jesús y dijo:

–No, Hijo mío, el pecado está clamando justicia.

Esta fue una visión terrible, porque parecía que la justicia prevalecería sobre el Amor Misericordioso. Entonces Jesús miró a su Madre que estaba a su lado y exclamó:

–Madre Inmaculada, ven, ayúdame a sostener la mano de mi Padre celestial.

En el momento en que la Santísima Virgen puso su mano debajo de la de Jesús, el Padre celestial levantó la suya y dijo:

– ¡Hijo mío!, la misericordia ha prevalecido. El mundo pecador ha alcanzado misericordia debido a las súplicas de la Madre Inmaculada de Dios. Encomendaremos a Ella la tarea de salvar al mundo. Para salvar al mundo, Ella necesita poder. Por lo tanto dotamos a la Inmaculada Madre de Dios con los poderes de Reina. Su título será: “La Victoriosa Reina del Mundo”. El género humano que está condenado a morir a causa de sus pecados, recibirá gracia y salvación a través de Ella. Pondremos bajo su manto una multitud de ángeles.

Tan pronto como el Padre celestial pronunció estas palabras, los ejércitos celestiales dieron gritos de alegría, alabando a María. Cuando apareció la Virgen Madre, estaba adornada con sus tres grandes virtudes: pureza inmaculada, amor ardiente y profunda humildad. Viéndola –aunque Él mismo se las había dado- ¡hasta Dios estaba admirado!

Su Corazón estaba lleno de felicidad por aquellas palabras: “la humildad será exaltada”, que como desconocida Niña de Nazareth pronunció en el Magnificat y que se habían realizado en Ella. La Santísima Trinidad la coronó. La brillante corona tenía tres piezas, significando al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo. Cuando el manto real fue traído, vi que su prendedor estaba reluciente. Esto también significaba su parentesco con la Santísima Trinidad, como hija del Padre, madre del Hijo y esposa del Espíritu Santo.

Dios en tres personas actuó en la Madre Inmaculada, como si el Espíritu Santo la hubiera cubierto de nuevo con su sombra, para que Ella pudiera dar otra vez Jesús al mundo. El Padre celestial la llenó de gracias. De parte del Hijo, indecible felicidad y amor irradiaban hacia Ella, como si Él quisiera felicitarla, mientras decía:

– ¡Mi Inmaculada Madre, Victoriosa Reina del Mundo, muestra tu poder! Ahora serás la salvadora de la humanidad. Así como fuiste parte de mi obra salvadora como Corredentora, de acuerdo con mi voluntad, así quiero compartir contigo mi poder como Rey. Con esto te confío la obra salvadora de la humanidad pecadora; Tú puedes hacerlo con tu poder como Reina. Es necesario que Yo comparta todo contigo. Tú eres la Corredentora de la humanidad.

Entonces vi que su manto estaba impregnado con la sangre de Jesús, y esto le daba un color escarlata. Mi atención luego fue a los ángeles, quienes rodeaban a su Reina con gran reverencia. Los ángeles vestían de blanco, rojo y negro. Entendí que el blanco simbolizaba la futura pureza del mundo, el rojo el martirio de los santos y el negro el luto por el destino de las almas condenadas.

Entonces la Virgen María empezó a caminar suavemente y con majestuosidad hacia el mundo. Vi al mundo como una esfera gigante cubierta con una corona de espinas y que estaba llena de pecado, y a Satanás, en forma de serpiente enrollada alrededor y salían de él toda clase de pecados y suciedad. La Virgen Madre se levantaba erguida sobre el globo como la Victoriosa Reina del Mundo. Su primer acto como Reina fue cubrir al mundo con su manto, impregnado con la sangre de Jesús. Entonces Ella bendijo al mundo y vi que al mismo tiempo la Santísima Trinidad también bendecía al mundo.

La serpiente satánica entonces la atacó con terrible odio; de su boca salían llamas. Temí que su manto fuera alcanzado por el fuego y ardiera, pero las llamas no podían ni siquiera tocarlo. La Virgen María estaba tranquila como si no estuviera en una contienda, y serenamente pisó el cuello de la serpiente. La serpiente no cesaba de arrojar llamas, símbolo de odio y venganza, pero no podía hacer nada, mientras la corona de espinas, hecha de pecados, había desaparecido de alrededor del mundo, y desde su centro una azucena brotó y empezó a abrirse.

Vi también que la bendición de la Virgen Madre había caído en todas las naciones y personas. Su voz era indescriptiblemente apacible y majestuosa cuando dijo:

– ¡Aquí estoy! ¡Yo ayudaré! ¡Yo traeré orden y paz!

Jesús entonces me explicó:

–Mi Madre Inmaculada vencerá el pecado mediante su poder de Reina. La azucena representa la purificación del mundo, la llegada de la era del paraíso, cuando la humanidad vivirá como sin pecado. Habrá un mundo nuevo y una era nueva. Será la era en que la humanidad recobrará lo que perdió en el paraíso. Cuando mi Madre Inmaculada pise el cuello de la serpiente, las puertas del infierno se cerrarán. Los ejércitos de los ángeles tomarán parte en la lucha. Yo he sellado a los míos con mi sello para que ellos no se pierdan en esta batalla. 

¿Cómo apresurar la victoria de la Reina del Mundo? 

Jesús dijo:

–Mi Madre Inmaculada será la Corredentora de esta era que viene.

–Jesús mío, ¿qué debemos hacer para acelerar la victoria de Nuestra Madre Inmaculada y nuestra Reina?

–Díganle con frecuencia: “¡Madre Nuestra Inmaculada, muéstranos tu poder!”

Cuando repetí esta oración, le pregunté a nuestra Madre:

– ¿Qué quieres que hagamos hasta que llegue tu gloriosa era?

El vestido de la Virgen cambió de color. Estaba cubierto con un velo negro transparente, aunque en su cabeza todavía vi su triple corona. Su feliz semblante de improviso cambió a una expresión de profunda tristeza. Dobló sus manos y rogó por el mundo, llamando a todos: “¡Vengan, mis queridos hijos, y junto conmigo consuelen al Padre celestial que está profundamente ofendido!”

Fue claro para mí que todo el mundo, en especial modo Hungría, tenía que hacer mucha penitencia, reparación y sacrificios.

Jesús me explicó en numerosas ocasiones qué es lo que Él consideraba como  reparación y lo que deseaba que hiciéramos.

1. La primera forma de entender la reparación es que cada uno se esfuerce por cambiar su vida.

2. “Yo redimí al mundo con ayuno y oración durante la noche. Yo pido ayuno, oración, rezar la Hora Santa, orar en la noche y aguardar con paciencia los sufrimientos por mi amor”.

3. Jesús nos pide el rezo del rosario. Vi que cuando se reza cada cuenta, una gota de la sangre de Jesús cae sobre la persona por quien se dice, o sobre aquellas almas que Jesús quisiera salvar. Esto fue pedido especialmente por las almas del purgatorio.

4. Jesús pide en particular la devoción al Corazón Inmaculado de su Madre. 

La oración de la noche 

La Santísima Virgen pide una hora de reparación (Hora Santa) los jueves. Puede hacerse individualmente o en familia, o en comunidad; en la iglesia ante el Santísimo Sacramento o en el hogar, rezando el rosario, leyendo y meditando las Escrituras, poniéndonos en la presencia de Jesús y de su Madre Inmaculada.

Cuando uno se despierta en la noche, debe tratar de rezar alguna oración antes de volverse a dormir; mucha gente que no puede dormir en la noche, especialmente personas mayores, pueden llenar su tiempo con la oración, rezando por las almas que en esos momentos estén en agonía. La Virgen Madre dijo: “Si más y más almas oran en la noche, la Llama de mi Amor crecerá proporcionalmente con el número de los que oran”. 


Oración a la Victoriosa Reina del Mundo (1986) 

“¡Virgen Madre nuestra,

Victoriosa Reina del Mundo,

muéstranos tu poder!”

El Señor Jesús nos pide que recemos con gran fe y con frecuencia esta oración, y especialmente ahora que estamos viviendo en el tiempo de María, cuando la “plenitud de los tiempos” vendrá pronto y Ella podrá darnos de nuevo a su Hijo. Como Dios, el Salvador, redimió al mundo con la asistencia de la Virgen, así será también ahora: a través de María Él salvará al mundo, ahora sumergido en el pantano del pecado, de la merecida aniquilación.

–Repito de nuevo –dice Jesús-, ¡regocíjate, recen y tengan fe! El mundo se inclinará ante la orden de mi Madre Inmaculada, el crimen y el pecado cesarán, las puertas del infierno se cerrarán y el correr de la sangre se detendrá. La felicidad de la llegada de la nueva era llenará el cielo y la tierra, la humanidad me adorará y me bendecirá y vivirá en mi amor.

– ¿Cuándo vendrá todo esto, Jesús mío?

–La gracia prometida está muy cerca.

– ¿Cómo vendrá, ya que no se ve que la gente esté mejorando?

–La gracia que ustedes pierden por los pecados del país y de la Iglesia será recuperada abundantemente por los ricos méritos de mi Madre Inmaculada. A pesar de toda esta destrucción, la fuerza de mi Madre Inmaculada, su Reina, vencerá a todos los enemigos. El Padre Eterno le dio este poder como regalo. La victoria será suya aunque el infierno y el mundo la ataquen uniendo todo su poder. La victoria de mi Madre Inmaculada se llevará a cabo como fue decidido en el momento de la Creación por la Santísima Trinidad. Yo doté a mi Madre de mi poder divino y las tres personas de la Santísima Trinidad la bendijeron. 

Acerca de la venida de la Santísima Virgen 

El 25 de enero de 1986 yo, persona indigna, recibí una gracia inesperada. Como un aviso anticipado, pude ver los acontecimientos celestiales que sucederían más tarde. Lo que vi fue sorprendentemente hermoso pero al mismo tiempo despertó en mí un sagrado temor. El Señor me permitió ver un hermoso globo rojizo, cuyo tamaño era más o menos el de la cabeza de un niño (visto de una gran distancia), el cual viajaba en una nube transparente. Venía del oriente y se detuvo por unos segundos sobre Hungría. La esfera entonces se abrió y de ella salió nuestra Madre como Reina del Mundo. Miró a Hungría, su heredad, y derramó gracias con abundancia sobre sus hijos húngaros. Todos podían verla y eso fue una de sus gracias. Los corazones de la gente ardieron de amor a Dios y al prójimo, movidos a hacer penitencia y con sus almas libres de la carga del pecado. En ese momento todos habían caído en el polvo de sus pecados y sus manos y sus ojos se volteaban hacia el cielo pidiendo misericordia. La gracia tocó los corazones de todos pero no todos la aceptaron.

Repito, esta visión es la precursora del gran milagro prometido al mundo. Por eso nuestra Madre del cielo voló sobre nosotros, viajando luego más lejos, al lugar de la gracia prometida, del gran milagro. El globo viajaba extremadamente lento hacia su destino. 

Jesús también fijó la fecha de su venida pero, aunque yo quisiera decirlo, no puedo hacerlo, se me escapa de la memoria. Podría ser algo que puede suceder mañana, pero también en un futuro más lejano. Dios, a través de la Virgen María, irradiaba sus gracias sobre la tierra, cuando el globo siguió su viaje. 

Ahora en 1986 Jesús me dijo:

– ¡Confíen, hijos míos, el Padre celestial levantó su misericordiosa mano sobre ustedes para bendecirlos! Yo, la Misericordia de Dios, y mi Madre Inmaculada, “la omnipotencia suplicante”, detuvimos la mano de mi Padre que ya estaba pronta para castigar al mundo sumergido en el pecado. El Padre ha tenido misericordia del mundo a través del Corazón Inmaculado de mi Madre.

– ¡Hijos míos! –continuó Jesús-, ustedes también verán la gloriosa llegada de mi Madre Inmaculada. Deseo que todos mis hijos sepan esto. Dondequiera que estén, de día o de noche, caminando o trabajando, estén pendientes de la llegada de su Madre Inmaculada. Espérenla con alegría, implórenla con amor ardiente. Preparen su entrada con hosannas, cubran su camino con avemarías y sacrificios.

("La Victoriosa Reina del Mundo" - Sor Natalia Magdolna)

Suscribirse para recibir mensajes e información - CLIC AQUÍ