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 Halloween es una festividad de origen pagano que fue luego cristianizada por la Iglesia, instituyendo la fiesta de Todos los Santos y la Memoria de Todos los fieles difuntos; pero que hoy, en el mundo civil, ha recuperado su original orientación pagana e incluso demolátrica (adoración al demonio). Se celebra actualmente en la noche del 31 de octubre al 1º de noviembre, en dos ámbitos diferentes: el esotérico (brujería) y el popular. Según estos ámbitos, tiene en el primer caso un fin directamente demoníaco, y en el segundo, un fin de esparcimiento pagano (que puede ser indirectamente demoníaco). 
 Halloween y la brujería 
 La ex bruja Doreen Irving, reina de las brujas negras de Europa, luego de convertida al cristianismo afirmó que, si los padres supieran lo que es realmente Halloween, jamás hablarían de él a sus hijos. El mismo Antón Lavey, sumo sacerdote de la Church of Satan (iglesia de Satanás) autor de la “biblia satánica”, dice que hay tres días sumamente importantes para todo satanista, de los cuales el más importante de todos es Halloween. En esos días la iglesia satánica cumple, entre otras, las siguientes celebraciones: Ayunan para buscar la voluntad de Satanás. Ritual para maldecir el cuerpo de Cristo. Confesión de los pecados contra Satanás. Bendicen a los integrantes de los grupos musicales y de artistas satánicos. Ordenan a los ministros del rock, músicos, “managers”, promotores, involucrados en el satanismo. 
 Halloween popular 
 En pocas palabras, Halloween es una fiesta pagana sin sentido para los cristianos, que directa o indirectamente atenta siempre -de modo leve o grave- contra el primer mandamiento, que nos manda dar el culto y la adoración a solo Dios. 
 Origen del “trick or treat” (Truco o trato): Hoy en día, los niños que celebran Halloween golpean las puertas para pedir caramelos diciendo: truco o trato -o una frase equivalente-, llegando a perpetrar toda clase de maldades contra quienes no les dan lo que piden. Esta práctica se remonta a lo que hacían los sacerdotes druidas: disfrazados de fantasmas y brujas, recorrían las casas del vecindario exigiendo alimentos -y en algunos casos niños y vírgenes- para ofrendar en sacrificio a su dios Samhain en el festival de la muerte. Si la gente no daba el alimento o persona que exigían, se lanzaba una maldición sobre la casa o bien se vengaban quemándole el terreno, matando su ganado, etc. 
 
Varios Obispos católicos previenen sobre el efecto nocivo de la celebración de 
Halloween, 
dada la vinculación que establece con el demonio. Dice uno de ellos: 
“Tanto los padres 
cristianos como todos aquellos que creemos en los valores de la vida, debemos 
saber que 
la fiesta de Halloween 
es una adoración a Satanás, 
quien se hace presente de modo sutil a través de la apariencia de esta fiesta, 
detrás de los juegos de los jóvenes y niños.” 
 El padre Joan María Canals ha explicado que Halloween "no es inocente, pues tiene un trasfondo de ocultismo y de otros tipos de corrientes que dejan su huella de anticristianismo". 
 La voz de renombrados exorcistas 
 Y continúa el P Amorth: “La fiesta de Halloween es una especie de reunión espiritista presentada bajo la forma de juego divertido. Y en esto hay una gran astucia del demonio. Porque todo se presenta bajo una forma lúdica e inocente. De la misma manera como es presentado el pecado en el mundo de hoy”. Y recuerda que, al contrario, en varias ciudades de Italia, se celebra la “fiesta de la luz”, una verdadera y oportuna contraofensiva a estos festejos de las tinieblas, con cantos al Señor y juegos inocentes para los niños. 
El P. José Antonio Fortea, famoso exorcista de Madrid, relata algunos casos 
concretos de posesión e influencia diabólica. Cuenta el caso de un niño que, 
desde que se hubo disfrazado en la noche de Halloween y festejado dicha fiesta, 
terminó por ser poseído por el demonio. El relato es muy iluminador respecto a 
la celebración de Halloween, porque:  
 Conclusión: Los motivos arriba expuestos explican por qué todo buen católico debe oponerse a la celebración de Halloween: lo que está en juego es la misma salud, espiritual y física, de los niños. Nuestro deber es protegerlos. Para eso es preciso apartarlos de tales prácticas, y tanto mejor si se lo hace reemplazándolas por otras que sean buenas y edificantes. 
 Fuente: Tomado de los escritos de un Monje Benedictino. 
 
 
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