PORTADA
Jesús habla de la oración
María habla de la oración
Los Santos hablan de la oración
Los Papas hablan de la oración
Cómo rezar
Cuándo rezar
Para qué rezar
Por quién rezar
Dónde rezar
A quién rezar
Qué rezar
 
 
 
 
 
 
 

PortadaA quién rezar

Rezar a Dios Padre

 

De Dios Padre viene todo a los hombres, y por eso tenemos el deber de orar en primer lugar a Dios Padre, de quien procede todo bien.

Pero cuando rezamos al Padre, debemos tener en cuenta que Él es un Padre misericordioso y bueno, ya que muchos lo ven como a un Dios castigador y justiciero, siempre mirando desde el cielo para castigar a los culpables; cuando en realidad es un Dios amoroso, lento para enojarse y que sólo castiga cuando se ve obligado, y sus mismos castigos son movidos por el amor que nos tiene.

Jesús estaba enamorado de su Padre y vivía por Él y para Él. Nosotros también debemos imitar en esto al Hijo, porque el Padre celestial merece todo honor y toda gloria.

El Padre está sobre todo poder y nadie puede quitar nada de las manos de mi Padre, ha dicho Jesús. Así que muy grande deberá ser nuestra confianza en nuestro Padre del cielo, ya que Él cuida de todos los hombres, y hasta los pajarillos no caen en tierra sin su consentimiento.

El Padrenuestro es la mejor oración para dirigirnos a Él. También la Coronilla de la Divina Misericordia es una oración especialmente dirigida al Padre.

Nuestro anhelo debe ser vivir para siempre en el Cielo, en el regazo del Padre Celestial.

 

Rezar a la Virgen.

 

No por nada la Virgen es llamada por los santos “Omnipotencia Suplicante”. Pues Ella obtiene todo lo que le pide a Dios.

Por eso tenemos que acudir en especial a María Santísima en nuestra oración, si queremos ser escuchados y despachados favorablemente por el Señor.

Y la oración que más le agrada a María es el Avemaría, que le recuerda los momentos más hermosos de su vida, que son la Anunciación del Ángel y la Visitación a su prima Santa Isabel.

 Y esta oración la decimos cincuenta veces en el Santo Rosario, devoción que le es sumamente agradable a María, y por la cual concede innumerables gracias y favores no sólo celestiales y espirituales, sino también materiales, corporales y temporales.

¿No fue acaso María la que pidió a Jesús que convirtiera el agua en vino? Es decir que María se preocupa hasta por la providencia de la familia, por las cosas de la casa y, sobre todo, por nuestra alegría, temporal y eterna.

Todo buen hijo gusta hablar con su Madre. Nosotros, como buenos hijos de María, debemos hablar con Ella y rogarle en todo tiempo, y experimentaremos las dulzuras que esta Madre tiene para con sus pequeñuelos.

 

Rezar a San José.

 

Sabemos que Dios es omnipotente por naturaleza, y que la Virgen es la omnipotencia suplicante, es decir que todo lo puede por gracia de Dios.

Ahora bien, San José, por ser verdadero esposo de María, comparte con Ella todos sus bienes y poderes. Es por eso que San José tiene tanto poder para socorrernos en todas nuestras necesidades, de todo tipo.

Ya Santa Teresa de Jesús decía que quien no creyera en la generosidad de este Santo, que le hiciera un pedido, pues ella jamás había quedado desatendida en sus pedidos.

Pensemos que San José es la única persona, después de la Virgen, que compartió tantos años con el Hijo de Dios. ¡Qué incomprensibles misterios y bondades ha ocultado Dios en San José! ¡Qué amor tan grande el de Jesús para con su padre adoptivo! Y ahora en el Cielo le sigue profesando su respeto y hasta su obediencia de hijo. Y a cada orden de San José, no sólo obedece María, sino también Jesús, que con él forman la Sagrada Familia.

Por supuesto que San José no manda ni quiere algo distinto de la voluntad de Dios, y por eso debemos invocarlo mucho, especialmente para tener providencia en lo material, pero también para alcanzar la gracia de una buena muerte.

 

 

Rezar a nuestro Ángel Custodio.

 

Todos tenemos un ángel puesto por Dios a nuestro lado para que nos lleve por el camino del bien y nos ayude a alcanzar la salvación que Dios quiere para cada uno de nosotros.

Ahora bien, si reconocemos y sabemos que este espíritu puede intervenir tanto más cuanto más lo invocamos, entonces nuestra oración a él debe ser continua, nuestro trato con él debe ser asiduo, porque él puede intervenir tanto más, cuanto más lo invocamos.

Si no rezamos al Ángel de la Guarda, él puede hacer bien poco por nosotros, y asistirá impasible a nuestra ruina temporal y eterna.

Por eso tenemos que hablar con el Ángel que Dios nos ha designado, porque está para eso, para que lo invoquemos en toda circunstancia y le pidamos consejo, ya que él tiene la luz de Dios para guiarnos en este mundo plagado de pruebas y peligros, no sólo espirituales sino también de orden material y físico. ¡Cuántos accidentes y desgracias evitaríamos si nos encomendáramos más frecuentemente a nuestro Ángel Custodio! ¡Cuánto más fácil sería nuestro peregrinar en este mundo si le rezamos en toda circunstancia!

Recordemos aquella sencilla y candorosa oración que nos enseñaran desde pequeños y que podemos repetir también ahora de adultos, porque siempre será verdad que al Reino de los Cielos entran los niños y los que son como ellos: “Ángel de mi guarda, dulce compañía, no me desampares ni de noche ni de día, hasta que descanse en los brazos de Jesús, José y María”.

Y si queremos otra alternativa, podemos rezar esta otra oración: “Ángel de Dios que eres mi Custodio, ya que la soberana Piedad me ha encomendado a ti, ilumíname, guárdame, rígeme y gobiérname. Amén”.

Pero sobre todo tengamos la santa costumbre de hablar familiarmente con nuestro Ángel, como lo hacemos con un hermano, con un amigo, que eso es también oración.

 

Rezar a San Miguel Arcángel.

 

Debemos tener especial devoción a San Miguel Arcángel, porque él es el Príncipe de las milicias celestiales, y en esta lucha en que estamos empeñados los hombres y ángeles contra los demonios, es San Miguel quien nos puede defender de forma eficiente.

Por eso sería muy bueno que todos los días recemos muchas veces al día la oración a San Miguel Arcángel que dice así:

“San Miguel Arcángel, defiéndenos en la batalla, sé nuestro amparo contra la perversidad y acechanzas del demonio. Reprímale Dios, pedimos suplicantes, y tú, Príncipe de la Milicia Celestial, arroja al infierno con el divino poder a Satanás y a los otros espíritus malignos que andan dispersos por el mundo para la perdición de las almas. Amén.”

Si hacemos así, entonces tendremos la protección continua de San Miguel, con lo que el demonio huirá de nosotros, y cantaremos victoria en todos los combates espirituales contra los espíritus del Mal.

Así como tener devoción a María Santísima es señal de predestinación a la gloria, así también tener devoción a San Miguel Arcángel y rezarle todos los días, es señal de que queremos ser verdaderamente de Dios y que queremos ser verdaderos soldados de Jesús, combatientes contra el Maligno.

Suscríbase para recibir estos mensajes en su correo electrónico - CLIC AQUÍ