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PortadaLos Santos hablan de la oración

La oración es escuchada.

 

Reza, espera y no te preocupes. La preocupación es inútil. Dios es misericordioso y escuchará tu oración...” (San Padre Pío de Pietrelcina)

 

Comentario:

 

¡Qué hermosas palabras del Padre Pío, el cual competía con otros frailes a ver quién rezaba más Rosarios en el día! Santa competencia, que ojalá pudiéramos imitar nosotros. Porque debemos saber que con la oración obtenemos TODO de Dios, porque la oración es omnipotente, ya que nos obtiene al mismo Dios, que se da enteramente a quien reza.

No perdamos tiempo inútilmente en frivolidades, sino aprovechemos el tiempo de vida que Dios nos concede, para rezar más y mejor. Si hacemos así no nos arrepentiremos de ello, y en la hora de nuestra muerte nuestro mayor consuelo serán las horas pasadas en oración.

La oración nunca vuelve a nosotros vacía, sino que obtiene lo que pedimos en ella, o por lo menos obtiene un don mejor o más conveniente para nosotros y también para aquellos por los que rezamos.

Lo que nos hace falta es tener una verdadera e ilimitada confianza en Dios y en su Madre, porque la oración depende en gran parte de nuestra confianza. Tenemos que creer en el fondo de nuestro corazón que lo que estamos pidiendo en la oración ya lo hemos obtenido, y entonces lo obtendremos. Eso es lo que nos ha aconsejado el Señor en el Evangelio.

 

La llave del Corazón de Dios.

 

“La oración es la mejor arma que tenemos; es la llave al corazón de Dios”. (San Padre Pío de Pietrelcina)

 

Comentario:

 

Estas palabras maravillosas del Padre Pío nos descubren una realidad mucho más maravillosa que es la enseñanza que nos deja, de que la oración es la llave al Corazón de Dios. ¿Y qué hay en el Corazón de Dios? Todo.

Por eso si rezamos, lo tendremos todo, porque tendremos al mismo Dios, que es el Tesoro de los tesoros, y si Dios es nuestro tesoro, entonces nuestro corazón estará en el Cielo, porque ya lo ha dicho Jesús que allí donde esté nuestro tesoro, estará también nuestro corazón.

La Virgen ha dicho en una de sus apariciones que si los hombres supiéramos todo lo que recibimos al rezar, no dejaríamos de rezar ni por un instante. Y por algo la Santísima Virgen nos pide en todos sus mensajes: oración. Porque Ella bien sabe que la salvación del mundo y de cada alma, depende de la oración.

Si nos falta algo en la vida: recemos. Si queremos conseguir mucho de Dios: recemos mucho. Si estamos atribulados o desanimados, entonces recemos más, especialmente con el Santo Rosario. Cantemos canciones inspiradas, porque quien canta reza dos veces, y los cánticos sagrados, en especial las canciones a la Virgen, nos traen una gran alegría al corazón en medio de las pruebas y tristezas de esta vida.

Para toda dolencia o problema, hay un remedio: oración. Oremos, perseveremos en  la oración, ¡y veremos lo que son milagros!

 

Oración personal.

 

“Debes hablarle a Jesús, no solo con tus labios sino con tu corazón. En realidad, en algunas ocasiones debes hablarle solo con el corazón” (San Padre Pío de Pietrelcina)

 

Comentario:

 

A veces estamos acostumbrados a decir oraciones ya hechas y repetirlas muchas veces como en el rezo del Santo Rosario, y eso está muy bien. Pero no debemos olvidar que a veces nos puede suceder que necesitemos desahogar nuestro corazón con Dios de forma directa y sencilla, contándole lo que nos pasa, e incluso rezando sin palabras, sino con una simple mirada al Señor, a una imagen suya, o elevando los ojos al Cielo y también con llanto en los ojos.

Tenemos que practicar este modo de oración personal con Jesús, porque la oración nos ayuda a unirnos al Señor, y no interesa tanto con qué oración nos unimos a Él, sino que lo que importa es que nos unamos, ya sea de una manera o de otra.

Hay veces que estamos abatidos y no podemos rezar oraciones hechas, y ni siquiera podemos hablar, por el gran dolor que nos embarga o por el grave problema en que estamos. Es entonces cuando debemos recostar la cabeza sobre el pecho de Jesús resucitado que está a nuestro lado siempre, y descansar en él y tomar fuerzas de ese Corazón Sagrado, para seguir en el combate de la vida y no claudicar ni ser arrastrados por el mal y la desgracia, y recibir una caricia suya.

También habrá días en los que de tan cansados que estamos no podemos ni elevar una oración al Señor. Pues bien, aunque no recemos oraciones prefijadas, digámosle a Jesús, espontáneamente lo que sentimos, y así estaremos rezando y muy bien.

 

La oración es un don.

 

“El don de la oración está en manos del Salvador. Cuanto más te vacíes de ti mismo, es decir, de tu amor propio y de toda atadura carnal, entrando en la santa humildad, más lo comunicará Dios a tu corazón”. (San Padre Pío de Pietrelcina)

 

Comentario:

 

Cuanto más nos vaciemos de nosotros mismos, tanto mejor rezaremos, porque la oración es unión con Dios, y no podemos unirnos a Dios si estamos muy apegados a las cosas temporales y a nuestro yo.

Si vamos muriendo a nosotros mismos y nos hacemos humildes, entonces nuestra oración tendrá una grandísima potencia de súplica y lo conseguiremos todo del Señor y de su Madre.

Dios viene a nosotros en la oración con infinitos dones y gracias, pero no podrá depositarlos en nosotros, si no le hacemos un buen lugar en nuestro corazón, abatiendo el amor propio y las preocupaciones terrenales.

También es necesario que cada vez seamos más simples en el trato con Dios, como los hijos pequeños tratan con sus padres, pues el Señor quiere de nosotros la infancia espiritual, y se conmueve cuando un hijo le pide con confianza todo lo que necesita para él y sus hermanos.

La oración es un don que nos da Dios, y cada vez será más profunda y potente, cuanto más nos anonademos y dejemos a Dios actuar en nosotros.

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