PORTADA

Introducción
Santa Gertrudis
San Juan Eudes
Santa Margarita María de Alacoque
P. Bernardo de Hoyos
P. Agustín de Cardaveraz
María del Divino Corazón
Benigna Consolata Ferrero
San Juan Evangelista
La herida del costado
El Reino del Corazón de Jesús
Importancia de la Consagración
Consagración
Virtudes
Promesas
Nueve Primeros Viernes
Confianza
El Corazón de Jesús al mundo
GRUPO:
Apóstoles del Sacratísimo Corazón

PortadaBenigna Consolata Ferrero

Breve noticia 

            Este alma, verdadera filigrana de la gracia, parece que está llamada a hacer gran bien en el mundo. Sus escritos exhalan un perfume de singular atractivo. Son del mismo corte que los de Santa Gertrudis, pero dan un paso más hacia el conocimiento del Corazón de Jesús. «Te he dado dos misiones que cumplir - decíale un día el Señor-: la primera es hacer conocer las amabilidades de mi Corazón, las ternuras de mi Corazón. Esta es, en efecto, su misión principal a juzgar por sus escritos; y en verdad que no es fácil encontrar muchos en que se descubra tanto la amabilidad inmensa de Cristo Nuestro Señor. Además ayudan notablemente a conocer y practicar las virtudes con aquel tinte o matiz que les da la devoción al Corazón de Jesús, nota común de los escritos de todas las grandes almas que en esta devoción se han distinguido. 

            Nació esta confidente del Divino Corazón en Turín, el 5 de Agosto de 1885. Muy joven todavía empezó a tener comunicaciones divinas extraordinarias. En 1906? a los 21 años, entró en el Monasterio de la Visitación de Pignerol, pero a los pocos días de experimento, asustadas las Superioras de aquellos caminos extraordinarios, la despidieron. En 1907 fue recibida en la Visitación de Como (al norte de Milán). El 28 de Noviembre de 1912 hizo su profesión solemne, y el 1º. de Septiembre (Primer Viernes) de 1916, a los 31 años de edad, expiraba con fama de santidad. 

Tesoros, resurgimiento 

            Aunque su vida toda entera es un testimonio elocuente del concepto en que tenía la devoción al Corazón de Jesús, vamos, sin embargo, a transcribir algunos pasajes de sus escritos: 

            Has de saber para tu bien y para el de otras muchas almas - decíale un día el Señor - que si se quiere obtener una virtud sólida, es preciso esperarla del Corazón de Jesús. Quien quiera la salvación, no tiene sino venir a refugiarse en este Arca bendita: desde aquí se mira la tempestad sin sentir sus sacudidas, sin amenaza de peligro. ¡Oh, esposa!, enseña a todos el lugar de refugio que has escogido para perpetua morada; haz la caridad de instruir también a los demás, a fin de que vengan a encontrarme. Yo tengo tesoros de gracias para todos: el que viene se los lleva». 

            Repárese, además, en la idea de propaganda y apostolado que aparece también en el pasaje. 

            «Estoy preparando la obra de mi Misericordia; quiero un nuevo resurgimiento en la sociedad, y quiero que éste sea realizado por el amor». 

            «Es necesario reavivar la devoción a este Corazón, para que el mundo se conmueva de nuevo. Mi Corazón ha de ser la salvación de todo el mundo, la salvación de cuantos lo busquen y lo conozcan». 

Deseos ardientes del Divino Corazón 

            Yo no puedo resistir al ver tantas almas engañadas, y con ellas usaré de misericordia, instruyéndolas cada vez más y llamándolas más dulcemente a mi divino Corazón. Yo les revelaré los secretos inefables de mi divino Corazón y les enseñaré a vivir de mi amor, de aquel amor que vuelve suave el dolor más grande, y que hace gustar al alma una paz celestial, aun en medio de las más rudas pruebas». 

            «Mi esposa, yo llamo a todos a mi Corazón y ninguno responde. Mi Corazón no puede contener los tesoros de gracias que encierra; tengo necesidad de derramarlas sobre mis criaturas». 

            «Mi Corazón, ¡oh amada!, es tan poco conocido, que si los hombres tuviesen que elegir entre Mí y un pedazo de pan, preferirían el pan... Esto me causa pena, mucha pena. Ver a los hombres que gimen, sufren privaciones, languidecen; conocer que tengo todo lo que necesitan, ver que lo rehúsan, que lo desprecian, es una pena que me pasa el Corazón. Para no sentirla, sería menester no amar a los hombres como Yo los amo; sería menester no haber muerto por ellos como Yo he muerto... ¡Oh María! ¡Cuánto me preocupa el amor de los hombres! ¡Cuánto ansío su amor! Por esto, cuando Yo encuentro un corazón que me abre las puertas, me precipito dentro con todas mis gracias». 

            «Mi amada Benigna, Yo tengo hambre de hablarte... Mi Corazón está como oprimido por las gracias, y sobre todo por las gracias extraordinarias».

Suscríbase a esta página para recibir mensajes e información - CLIC AQUÍ