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P. Bernardo de Hoyos
P. Agustín de Cardaveraz
María del Divino Corazón
Benigna Consolata Ferrero
San Juan Evangelista
La herida del costado
El Reino del Corazón de Jesús
Importancia de la Consagración
Consagración
Virtudes
Promesas
Nueve Primeros Viernes
Confianza
El Corazón de Jesús al mundo
GRUPO:
Apóstoles del Sacratísimo Corazón

PortadaP. Bernardo de Hoyos

Notas biográficas 

            Nació en Torrelobatón, villa distante cuatro leguas y media de Valladolid, el 21 de Agosto de 1711, día del nacimiento de San Francisco de Sales. Entró en la Compañía de Jesús el 11 de Julio de 1726, a los quince años de edad. El 3 de Mayo de 1733, o sea, a los veintidós años, recibía las primeras ideas acerca de la devoción al Corazón de Jesús, y «adorando la mañana siguiente al Señor en la hostia consagrada - escribe él mismo - me dijo clara y distintamente que quería por mi medio extender el culto de su Corazón sacrosanto, para comunicar a muchos sus dones». Once días después, o sea, el 14 de Mayo, «pidiendo esta fiesta - añade - en especialidad para España, en que ni aun memoria parece hay de ella, me dijo Jesús: Reinaré en España y con mas veneración que en otras partes». 

            Se ordenó de sacerdote el 2 de Enero de 1735, a los veinticuatro años, y el 29 de Noviembre moría santamente en el Colegio de San Ignacio de Valladolid. 

            Este grande amigo del Divino Corazón, favorecido de frecuentísimas revelaciones, debe ser conocido y estudiado por todo aquel que deseare conocer a fondo, así la teoría como la práctica de esta santa devoción, principalmente siendo el P. Bernardo de Hoyos una de esas almas que mejor han reunido en si y de modo más brillante, las notas del apóstol del Corazón de Jesús en toda la extensión de la palabra. Si aquel hombre, mejor diríamos, si aquel joven endeble y de estatura menuda, llega a vivir veinte años más y la Compañía no es expulsada y extinguida, otra cosa sería España. 

            Por otra parte, las convicciones y testimonios del P. Hoyos, como iremos viendo luego, fueron luces que recibió por sí mismo del Sagrado Corazón y como si dijésemos, es un astro de luz propia, pues de los escritos de Santa Margarita llegó a conocer muy poco; por consiguiente, tiene mayor fuerza probativa el que, no obstante, coincidan en todas las ideas capitales acerca del Corazón Divino estas dos figuras de primer orden. Además, el P. Hoyos como español, ha de ser a los españoles especialmente agradable.  

Revelación magnífica 

            Entre las luces particulares, tocantes a esta materia, que del cielo recibió, ocupa lugar preferente un grupo de que habla en carta a su director de espíritu, el P. Juan de Loyola. Se trata de una aparición del arcángel San Miguel - de las muchas que de él tuvo - habida en 29 de Septiembre de 1735, dos meses antes de la muerte de Bernardo. 

            En ella «nuestro glorioso protector, San Miguel, acompañado de innumerable multitud de espíritus angélicos, me certificó de nuevo estar el encargado de la causa del Corazón de Jesús, como de uno de los mayores negocios de la gloria de Dios y utilidad de la Iglesia, que en toda la sucesión de los siglos se han tratado lo que ha que el mundo es mundo. Porque es una alta idea de aquel gran Dios, que, habiendo socorrido al género humano por medio de la Encarnación y Pasión de su amado Hijo Jesucristo, quiere se logren sus frutos más copiosamente que hasta aquí por medio del amor al mismo Dios-Hombre Cristo-Jesús, el cual se ha de avivar grandemente hasta el fin del mundo, por los maravillosos progresos que ha de ir haciendo sin cesar, entre mil Oposiciones, la devoción al Corazón adorable de nuestro amable Salvador». 

            «Este misterio escondido a los siglos, este sacramento manifiesto nuevamente al mundo, este designio formado desde la eternidad en la mente divina a favor de los hombres y descubierto ahora a la Iglesia, es uno de los que, por decirlo así, se llevan las atenciones de un Dios cuidadoso de nuestro bien y de la gloria del Salvador; pero para que ésta sea mayor y la obra salga más primorosa, permite el Señor las que parecen oposiciones, y son voces que publican ser este asunto todo de la mano del Muy Alto, que saldrá con la suya, (así me explicó), con admiración del mundo, que verá cómo juega su eterna sabiduría con los hombres, conduciendo sus encontrados designios a la mayor gloria de su eterno destino». 

            «Por esto, pues, es también éste uno de los principales encargos del Príncipe de la Iglesia San Miguel, según me significó; pero lo trata conforme a los consejos de la divina providencia. Todo esto entendí el día de su fiesta de Septiembre». 

            Estas páginas, indudablemente, son de lo bueno que se ha escrito sobre la devoción al Corazón de Jesús, y que dan una grande idea de ella. Porque, asunto del cual se dice que es uno de los mayores negocios de la gloria de Dios y utilidad de la Iglesia, que en toda la sucesión de los siglos se han tratado lo que ha que el mundo es mundo; una alta idea de aquel gran Dios, como si dijera, de aquel Dios grande y de ideas propias de tal, una de las que se llevan la palma; «uno de los principales encargos del Príncipe de la Iglesia San Miguel»; un misterio, un «sacramento», un «designio formado desde la eternidad en la mente divina», «que, por decirlo así, se lleva las atenciones de un Dios cuidadoso de nuestro bien y de la gloria del Salvador», un asunto tal, decimos, no era en concepto del P. Hoyos Cosa de mediana trascendencia. 

            El mismo hecho de encargarlo a San Miguel, Príncipe de la milicia celeste: princeps militiae caelestis, como decimos en la Misa; Príncipe grande: princeps magnus, como le llama la Escritura, muestra la estima en que Dios lo tiene, pues parece que no quiere fiarlo de otro espíritu inferior, sino del abanderado de las jerarquías angélicas. 

San Miguel y el pueblo hebreo 

            No deja de ser algo curiosa la coincidencia de que San Miguel Arcángel, el encargado de la devoción al Corazón de Jesús en la tierra, sea a la par el custodio especial del pueblo hebreo, como consta por la Sagrada Escritura. Así, v. gr., cuando el ángel tutelar de los persas procuraba retener en el destierro a los israelitas, por el bien espiritual, sin duda, que de ello resultaba a Persia, y el otro ángel que miraba por el pueblo judío se oponía a ello: «Nadie, dijo a Daniel, ha venido en mi ayuda, sino Miguel vuestro príncipe: nisi Michael princeps vester». 

            Por eso siempre miraba por el bien de su pueblo; así cuando a la muerte de Moisés el diablo, según parece, intentaba que el cadáver fuese enterrado públicamente, para inducir al pueblo con facilidad a que le tributase un culto de idolatría, San Miguel se le opuso, y sobre esto versó muy probablemente el altercado de que habla la Epístola católica de San Judas: «Cuando el arcángel Miguel contendía – dice - con el diablo disputando sobre el cuerpo de Moisés, etc.». Y más claro aparece todavía este cuidado en Daniel: 

            «Y en aquel tiempo -dice- se levantará Miguel, el gran príncipe, qui stat pro filiis populi tui, que está por los hijos de tu pueblo; y será un tiempo de angustia, cual nunca se vio desde que existen gentes hasta entonces; mas en aquel tiempo será libertado tu pueblo; todos los que se hallaren escritos en el libro». 

            San Miguel, pues, es el encargado de Israel; San Miguel es el encargado de la devoción al Corazón de Jesús; el pueblo hebreo en los últimos tiempos ha de volver de nuevo a Dios, y, según se ve en el texto precedente, a ello ha de contribuir San Miguel; el reinado del Sagrado Corazón, como después diremos, ha de venir en lo futuro: ¿se verificará quizá la entrada de Israel en la Iglesia por el Corazón Divino? 

San Miguel y los últimos tiempos 

            San Miguel ha de representar asimismo un papel muy importante en los últimos tiempos del mundo, según consta de varios pasajes de la Sagrada Escritura. Ya apareció bien claro en el texto precedente de Daniel, así como en aquel otro del capítulo 12 del Apocalipsis, que, según la interpretación más común, se ha de referir, y con razón, a los últimos grandes acontecimientos del mundo: «Y se dio una gran batalla en el cielo; Miguel y sus ángeles luchaban contra el dragón». Si, pues, a este santo Príncipe de las milicias celestes, que tanto relieve parece ha de tener en la postrera época de la humanidad terrestre, le encargan la devoción al Corazón de Jesús ¿será, acaso, porque ella haya de tener gran relación con los últimos sucesos de la Iglesia viadora? 

San Miguel modelo 

            San Miguel con mucha propiedad ha sido encargado de los asuntos del Sagrado Corazón, por el carácter típico con que nos lo presentan las Sagradas Escrituras y la tradición cristiana, a saber: valiente, bizarro, intrépido; amante fidelísimo de Dios, que no teme salir a pública liza por sus divinos derechos; debelador incansable del reino de Lucifer; fervorosísimo apóstol que con su actividad angélica contribuyó a mantener en el bien a los ángeles que permanecieron fieles; defensor aguerrido y perenne del reino de Cristo Nuestro Señor en la tierra; estas cualidades típicas de San Miguel deben constituir el núcleo fundamental de las almas entregadas al Corazón de Jesús; por eso este Príncipe celeste es un modelo admirable. De aquí que los primeros apóstoles de esta devoción en España tuviesen tanto amor a San Miguel, tan íntima comunicación con él, y tantos beneficios y socorros en sus luchas por el reino del Sagrado Corazón recibiesen de este Arcángel. 

Más abundancia que nunca 

            Pero tornemos al pasaje del P. Hoyos. Otra idea que en él se indica es que, mediante esta devoción, quiere el Señor se logren los frutos de la Encarnación y Pasión de Jesucristo «más copiosamente que hasta aquí», es decir, que se comuniquen a las almas las gracias de la Redención del Señor, con una abundancia como no se ha usado en los tiempos precedentes; y sin duda en este sentido, como indicamos arriba, llama Santa Margarita a este culto una nueva redención, es decir, un derramar los frutos de la Redención de Cristo con tan desacostumbrada copia, que parezca la Redención repetida. 

 A la Persona de Cristo 

            Y añade, que esta copiosa distribución de las gracias vendrá, como de causa inmediata, «del amor al mismo Dios-Hombre Cristo-Jesús, el cual se ha de avivar grandemente hasta el fin del mundo». Por aquí se ve la gran orientación hacia la persona de Cristo que ha de producir en la tierra la devoción al Sagrado Corazón, como de hecho la va introduciendo cada día más y más. 

            Testigo de ello es la ascética donde vemos cómo se va gradualmente concentrando en torno al Verbo humanado, a diferencia de otras épocas pasadas en que más bien había cierta tendencia a dejar la Humanidad santísima del Señor, y se daba por otra parte más importancia al estudio y aplicación de cada una de las virtudes que forman la vida espiritual, sin que apareciese de ordinario con el relieve moderno ese afán hondo y común de unificar en el amor, cariño e imitación de Cristo Nuestro Señor toda la vida interior. Cierto, que esta nota ya se veía antes en otros, sobre todo en San Ignacio; pero San Ignacio de Loyola era un gigante que en esto, como en otras muchas cosas, saltó varios siglos adelante, sin que la mayoría pudiese seguir sus pasos. 

            Testigo es también la exégesis de la Sagrada Escritura, que con tanto afán estudia todo lo que se refiere a la Persona amable del Redentor, para conocer su vida, sus palabras, sus acciones hasta en los pormenores más mínimos; que tanta simpatía siente hacia las Epístolas de San Pablo, que son las más llenas y henchidas de Jesucristo, y que tal interés toma por el Evangelio de San Juan, que fue quien más hondo penetró en los sentimientos íntimos del Verbo eterno hecho hombre. 

Separación de los campos 

            Y este amor a la Persona adorable del Salvador no está llamado a extinguirse; por el contrario: se ha de avivar grandemente hasta el fin del mundo - dice el P. Hoyos-; idea que no deja de ser útil para deshacer cierto negro pesimismo que invade, a veces, a algunas personas buenas, a vista de la evolución del mal. Es verdad que éste también crecerá, como ya lo dijo Cristo: «Dejad que la cizaña y el trigo crezcan hasta la recolección: sinite utraque crescere usque ad messem; para consuelo de los que se admiran y afligen de la perversidad fina de ciertas gentes actuales; no hay que espantarse de ello, porque, silos malos de hoy son malos, los que vengan después serán peores; la cizaña será cada día más cizaña, más perfecta y acabada en su género; pero el trigo también será cada vez más trigo; de donde se sigue que los campos se han de ir deslindando más, como se deslinda y distingue gradualmente la cizaña del trigo cuanto más crecen y como se separan, en progresión ascendente dos locomotoras que marchan en direcciones contrarias. Por eso los buenos deben seguir su camino, prescindiendo de lo que hagan los demás, aunque sean la mayoría; porque es natural que discrepen cada vez en mayor grado, ya que llevan vías en absoluto opuestas. 

            Mas todo esto del Corazón de Jesús ha de ir siempre entre mil oposiciones - añade el P. Hoyos -confirmando lo que antes había dicho Santa Margarita; pero «reinará a pesar de todos», exclamaba ésta, y aquél a su vez escribía: «(Las oposiciones) son voces que publican ser este asunto todo de la mano del Muy Alto, que saldrá con la suya, -así me explicó- con admiración del mundo, que verá cómo juega su eterna sabiduría con los hombres, conduciendo sus encontrados designios a la mayor gloria de su eterno destino». 

Una de las mayores finezas 

            Es interesante cierta ilustración que recibió por Junio de 1734. Vio a Jesucristo en la noche de la Cena antes de instituir el Santísimo Sacramento. En su Corazón luchaban violentamente, de una parte el amor hacia los hombres, y de otra la tristeza natural de contemplar todos los grandes ultrajes que había de recibir en la Eucaristía; «y al dirimirse - escribe él - este combate entre el dolor y el amor, fue aquel levantar los ojos al cielo Jesús - et elevatis oculis in coelum, - a que acompañó un dulcísimo suspiro, o una respiración ardiente, un divino esfuerzo en que el amor se mostraba vencedor...», y añade: 

            «En aquel punto determinó Jesús, con nuevas finezas, reparar las injurias del Sacramento augusto, con abrir su Corazón y manifestar a la Iglesia este tesoro soberano. Y así como instituir la Eucaristía, a vista de sus agravios, fue un redoble imponderable del amor de Jesús, que resplandece en este divinísimo misterio y muestra la grandeza de este beneficio, así la determinación de descubrir su mismo Corazón, para que en El se encuentre el modo de reparar las injurias del mismo Sacramento, fue en aquel paso una fineza de tan altos quilates, que puede formar otro Sacramento de amor; pues es una de las mayores que ha hecho el Señor a su Iglesia después de la del Sacramento. Y aquí entendí de nuevo que la fiesta del Corazón, después de la del Corpus, sería la más venerable en la Iglesia». 

            ¡Qué concepto tan elevado de la devoción al Corazón de Jesús suponen estas palabras! 

Anhelos, riquezas 

            Dentro de este tesoro escondido - escribía en otra ocasión - vi, por una alta visión intelectual, las riquezas infinitas que el Padre Eterno depositó en este sagrario de la divinidad; y oí mil maravillosos secretos que se me declararon, de la inundación, por decirlo así, con que sin poder ya contenerse quería salir de madre el incendio de este soberano Corazón, para anegar en fuego de amor los helados corazones de los hombres. ¡Oh Padre mío, cómo explicaría yo a V. R. las excelencias, prerrogativas y grandezas que conocí de este soberano Corazón! ¡Cómo insinuaría yo los sentimientos de este Corazón Sagrado, al ver despreciado su amor! Después de haberme manifestado los consejos de la divina providencia en manifestar a la Iglesia esta mina escondida, etc.».

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