PORTADA

Introducción
Santa Gertrudis
San Juan Eudes
Santa Margarita María de Alacoque
P. Bernardo de Hoyos
P. Agustín de Cardaveraz
María del Divino Corazón
Benigna Consolata Ferrero
San Juan Evangelista
La herida del costado
El Reino del Corazón de Jesús
Importancia de la Consagración
Consagración
Virtudes
Promesas
Nueve Primeros Viernes
Confianza
El Corazón de Jesús al mundo
GRUPO:
Apóstoles del Sacratísimo Corazón

PortadaPromesas

El Señor en estos últimos siglos quiso dar a los hombres la prueba suprema de amor y proponerles un objeto muy adaptado para animarlos a amarle siempre más.

Abrió los tesoros infinitos de su Corazón para enriquecer todos aquellos que le hubiesen tributado todo el honor y el amor posible.

Para manifestar su corazón, e incendiar al mundo entero de amor, eligió una humilde Religiosa de la Visitación de Paray-le-Monial, ciudad francesa. Esta alma privilegiada, nació el 22 de julio de 1647 en Laut Lecourt hacia Verosvies en la Borgoña. Después de haber superado muchas pruebas, en el 1671 ingresó en el Monasterio de la Visitación y en 1672 emitió sus votos religiosos. Poco después de su profesión religiosa, Jesús Maestro le manifestó muchas maravillas e hizo promesas tan extraordinarias a las cuales no se hubiese prestado fe si no hubiesen sido convalidadas por un hecho incontestable y palpable.

Tres son las apariciones con las cuales N. Señor quiso consolar a su elegida.

La primera sucedió el 27 de diciembre de 1673. En ella la joven virgencita fue por el mismo Jesucristo consagrada su apóstol; llamada a difundir y propagar el culto a su adorable Corazón; a manifestar a los hombres su voluntad; y hacerles conocer lo que el Sacratísimo Corazón de Jesús promete a quien hace conocer y propaga su culto.

La segunda sucedió en la octava de Corpus Christi en el año 1674. En ella Jesús manifestó las inexplicables maravillas de su amor y el exceso a que, su Corazón, lo había llevado hacia los hombres, de cuyos no recibía más que abandono y ultrajes. Después añadió: “El abandono en el cual me dejan me es mucho más doloroso de lo que sufrí en mi pasión, tanto que si los hombres me contracambiaran amor, yo estimaría poco, todo lo que hice por ellos y quisiera si fuere posible hacer aún más; pero los hombres no tienen más que frialdades y repulsas por todas mis solicitudes. Tú a lo menos dame este consuelo, de suplir cuanto puedas a su ingratitud”.

La tercera sucedió el 16 de junio de 1675, igualmente en la octava de Corpus Christi. Apareciéndole resplandeciente como las demás veces, y mostrándole su Corazón, se quejó de los continuos ultrajes y sacrilegios que recibe en el Sacramento de amor; y agregó con más dolor, que los recibía de corazones a Él consagrados.

Por esto le confió la misión de hacer conocer y amar su adorable Corazón y hacer establecer en la Iglesia una fiesta especial de reparación. “Es esto lo que yo te pido: que el primer viernes después de la octava de Corpus Christi, sea dedicado a una fiesta particular para honrar a mi Corazón, participando en aquel día a la Santa Comunión y haciéndole con digna reparación por los indignos tratamientos que recibe en el Santo Altar. Y Yo te prometo que mi Corazón se dilatará para esparcir con abundancia las riquezas de su Amor sobre todos los que rendirán dicho honor y procurarán que otros hagan los mismo”.

En esta tercera revelación se halla todo lo que se refiere a la devoción del Sagrado Corazón; o sea su principio, que no es otra cosa que amor; su fin, que es de ofrecer a Dios un culto de reparación, de consuelo; su carácter, que es el de ser un culto público, después de haber sido por mucho tiempo, una devoción íntima; y por último sus efectos, que consisten en una nueva efusión de amor divino sobre la Iglesia y particularmente sobre aquellas almas piadosas que serán de esta devoción promotoras y apóstoles, puesto que Jesús dijo a la Santa: “Anuncia y haz saber al mundo entero que yo no pondré límites a mis beneficios cuando éstos me serán solicitados por mi Corazón”.

Las promesas hechas por el Sagrado Corazón de Jesús en estas varias apariciones a la Santa, son las siguientes:

1º A las almas consagradas a mi Corazón, les daré las gracias necesarias para su estado.

2º Daré paz a sus familias.

3º Las consolaré en todas sus aflicciones.

4º Seré su amparo y refugio seguro durante la vida, y principalmente en la hora de la muerte.

5º Derramaré bendiciones abundantes sobre sus empresas.

6º Los pecadores hallarán en mi Corazón la fuente y el océano de la misericordia.

7º Las almas tibias se harán fervorosas.

8º Las almas fervorosas se elevarán rápidamente a gran perfección.

9º Bendeciré las casas en que la imagen de mi Sagrado Corazón se exponga y sea honrada.

10º Daré a los sacerdotes la gracia de mover los corazones más empedernidos.

11º Las personas que propaguen esta devoción tendrán escrito su nombre en mi Corazón y jamás será borrado de él.

12º Margarita... –así le habló Jesús– Yo te prometo en el exceso de misericordia de mi Corazón, que mi amor todopoderoso concederá a aquellos que comulguen nueve primeros viernes de mes seguidos... la gracia de la Penitencia final; ellos no morirán en mi desgracia, ni sin recibir los Santos Sacramentos, siéndoles mi Corazón refugio seguro en aquella hora postrera.

Estas promesas expresan, mejor que otra cosa, el deseo ardiente que N. Señor tiene de ser amado; que se conozcan los tesoros de su Corazón y las gracias que con abundancia derrama sobre los que trabajan por su gloria.

Santa Margarita María escribió: “Si se entendiese como Jesucristo desea que se propague esta devoción, todos los cristianos, por muy poco piadosos que fuesen, la practicarían. Puesto que inmensos son los tesoros que el Sagrado Corazón derrama sobre aquellos que se ocupan en hacer conocer esta devoción. Yo no conozco ejercicio de devoción más apto para elevar en breve tiempo a un alma a la más alta perfección que el culto del Sagrado Corazón.

Dulce será morir después de haber practicado una tierna y constante devoción al Sagrado Corazón.

Condición general para participar de todas estas promesas es la de ser verdaderos devotos del Sagrado Corazón, o sea amarle, honrarle y trabajar cuanto fuese posible, para glorificarle, ensalzarle, teniendo aún expuesta su imagen.

Las seis primeras promesas son eficaces para atraer al amor de Jesús y a comunicar las gracias que se refieren particularmente a esta vida. Con estas promesas Jesucristo acuerda sus bendiciones a las familias en las cuales se honrará a su Adorable Corazón con plegarias especiales o donde se tuviere expuesta su imagen.

Las otras cinco se refieren a las gracias de orden superior, o sea a las gracias espirituales.

En las promesas los tesoros de gracias están asegurados a todos los devotos del Sagrado Corazón cualquiera sea su estado; puesto que Jesús quiere ser amado por todos los hombres, ninguno está excluido de aquel océano de Misericordia.

Ahora bien ya que el Maestro bueno nos ha hecho tantas y tan preciosas promesas, qué empeño no debíamos tener para acercarnos a ellas, y cambiar el amor que Jesús nos tiene. ¡Con qué cuidado debemos propagar, difundir su culto, tener expuesta y venerar en nuestras casas su imagen, participar a todas sus promesas!

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