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La Misericordia 

Abajarse. 

La Misericordia de Dios es el abajamiento de Dios hacia la criatura que padece, ya sea en el cuerpo o en el alma.

Justamente la misericordia es compadecerse en el corazón de las miserias ajenas. Y así Dios tiene misericordia con sus criaturas, y especialmente con los pobres pecadores, que son los más miserables, pues han perdido, con el pecado, toda su riqueza, que es la gracia santificante, que es Dios mismo.

Por eso la Encarnación del Verbo es sobre todo una obra de misericordia que tuvo Dios con los hombres, porque el Señor vino a la tierra para rescatar a los hombres extraviados y engañados y atrapados por Satanás, que los tenía esclavizados para siempre.

Y si pensamos que Dios ha hecho esto por nosotros, entonces no podemos desconfiar de la Misericordia de Dios, que si realizó semejante prodigio de hacerse hombre y morir crucificado, no nos dejará ahora a merced del enemigo.

La Misericordia divina necesita miserias para quemar. Así que los mayores pecadores son los que más derecho tienen a recibir esta Misericordia y los que más la pueden aprovechar.

 

Necesita miserias. 

La Misericordia de Dios necesita miserias para consumir y ser fecunda. Recordemos siempre esto para no entristecernos si en la vida hemos cometido muchos pecados o los seguimos cometiendo, puesto que si esto es así, entonces somos los que tenemos más derecho a la Misericordia de Dios, ya que ella necesita muchas miserias que consumir y quemar para volvernos santos de tal magnitud que hasta los mismos ángeles se asombrarán.

Sólo Dios es Santo. Sólo Dios es perfecto, y los hombres, quién más, quién menos, somos todos pecadores. Por eso el Señor ha querido envolver a todos los hombres en su Misericordia. Quien cree no necesitar de la Misericordia divina, se pone en peligro de condenarse, porque como la parábola del publicano en el Templo y el fariseo, así quien se cree limpio y no necesita del perdón de Dios, corre el riesgo de quedar afuera de la salvación.

Nosotros, como criaturas de Dios, no tenemos absolutamente nada que sea nuestro, porque todo nos lo ha dado Dios. Pero en realidad sí tenemos algo que es propiamente nuestro: los pecados, las miserias. Y esto es lo que Dios quiere que le entreguemos para convertirlos, por su Misericordia, en joyas de inestimable valor.

 

Tiempo de misericordia. 

La misericordia de Dios es infinita, pero los hombres no somos eternos, sino que podemos aceptar la misericordia mientras vivimos en este mundo, puesto que cuando nos llega la muerte, se termina el tiempo de la misericordia para dar paso al tiempo de la Justicia divina.

Esto es lo que el demonio nos quiere hacer olvidar, y haciéndonos pensar sólo en la misericordia de Dios, nos oculta que en Dios, misericordia y justicia son iguales, y así nos hace ser presuntuosos, creyendo que nos vamos a salvar con seguridad hagamos lo que hagamos.

Pero además, en el mundo, está por agotarse el tiempo de misericordia para dar paso al tiempo de justicia de Dios. Y esto es un engaño colosal que el diablo ha puesto a los hombres para que no piensen en sus consecuencias.

¡Cuántos que están hoy en el Infierno eterno, quisieran volver a este mundo, a la vida, para modificar la idea que tenían de Dios, subsanar el error que tuvieron con respecto a la Justicia de Dios!

Aprovechemos nosotros que todavía estamos leyendo esto, y por lo tanto estamos vivos en este mundo, a cambiar de vida, a plantearnos seriamente que de lo que hagamos en este mundo dependerá nuestro destino eterno. Y no aprovechemos la Misericordia de Dios para seguir cómodamente en nuestros pecados, porque dice la Escritura que de Dios nadie se ríe impunemente.

 

Mayor atributo de Dios. 

La misericordia es el mayor atributo de Dios, porque Dios es infinitamente Bueno y Misericordioso. Sabiendo esto nuestra confianza en Dios debe ser muy grande, y aunque fuésemos los pecadores más grandes del universo, deberíamos saber esperar el perdón de Dios si estamos arrepentidos.

No hay pecado que Dios no pueda perdonar. Pero el diablo no quiere que tengamos esa confianza en Dios, sino que después que nos ha tentado y hecho caer en pecado, enseguida nos sugiere que nuestro pecado es imperdonable, que es muy grande, y que Dios no nos puede perdonar, llevándonos así a la desesperación, o al menos a otros muchos pecados y a un estado de inercia y de desánimo muy grandes.

Por eso tenemos que reforzar nuestra confianza en la Misericordia de Dios, ya que no hay pecado, por grande y grave que sea, que no lo pueda perdonar Dios.

Siendo esto así, ¡qué gran confianza debemos tener en el perdón de Dios!

Por supuesto que no nos vamos a apoyar en esta verdad de que Dios es infinitamente misericordioso, para seguir pecando tranquilamente, porque de Dios nadie se burla; sino que debemos contar con esta tabla de salvación por si acaso el demonio, en un ataque de furia nos sorprenda medio desguarnecidos y poco vigilantes, y nos haga caer lastimosamente en los pecados más vergonzosos. Entonces que nuestra soberbia no nos lleve a la desesperación, sino que con humildad pidamos perdón a Dios, vayamos a los pies del sacerdote y confesemos nuestra culpa. Entonces la paz volverá a nuestro corazón, la gracia volverá a nuestra alma, y reemprenderemos el camino abandonado, ahora sí con más precaución.

 

Amor de Dios. 

A veces tenemos de Dios una idea equivocada, y cuando pecamos, tenemos miedo de Él, y en lugar de ir corriendo a sus pies a pedirle perdón, sabiendo que amorosamente Él nos perdona, porque conoce que los hombres estamos muy debilitados por el pecado original; nosotros hacemos lo contrario, quizás instigados por el demonio, y huimos de Dios, o creemos que es tan grave nuestro pecado que el Señor no nos lo puede perdonar.

Pero tenemos que saber de una vez por todas que Dios no es rigor. Y si bien Él es infinita Justicia, también es infinita Misericordia, y la Misericordia es el mayor atributo de Dios, por eso el Apóstol dice que Dios es Amor.

Sabiendo estas cosas estaremos en el justo medio de creer que si pecamos, Dios nos perdona y nos consuela. Sólo Dios será Justo y nos castigará, si nos burlamos de Él, es decir, si perseveramos en el pecado, porque entonces también nos dice la Sagrada Escritura que de Dios nadie se ríe impunemente.

Pero mientras nuestras caídas sean por debilidad y no por pérfida voluntad, el Señor nos compadece y tiene misericordia de nosotros. Y aunque caigamos muchas veces en el mismo día, otras tantas el Señor nos levantará, nos besará y curará nuestras heridas.

Aprovechemos que Dios es Bueno, que Dios es Amor, pero no para seguir pecando tranquilamente, sino para que ello sea un incentivo para no pecar más, para hacer el esfuerzo de vivir en gracia de Dios, a quien amamos tanto y que no queremos contristar.

 

 

 

 

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