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La santidad
¿Qué hacer para ser santos?
MENSAJES
Nuestra Señora de Fátima
María del Rosario de San Nicolás
Movimiento Sacerdotal Mariano
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¿Qué hacer para ser santos? 

Tener grandes deseos de serlo. 

Quien no desea el Cielo, no lo alcanzará; y quien no desea ser santo, no lo será jamás. Porque el deseo es como el motor que nos empuja a alcanzar el fin que deseamos.

¡Cuántas personas en el mundo dejan su vida y lo venden todo con tal de alcanzar sus objetivos, que muchas veces son bien mezquinos!

No podemos hacer menos nosotros, los cristianos que queremos ir al Cielo y ya vivir el Cielo en esta tierra siendo santos. Tenemos que poner toda la carne en el asador, como suele decirse, y lanzarnos a la conquista del monte de la santidad, porque no hay obra más agradable a Dios que nuestra propia santificación.

No hagamos caso al demonio que nos pondrá multitud de tentaciones y pruebas, susurrándonos que no somos dignos, que con todo nuestro negro pasado y nuestras debilidades pasadas, presentes y futuras, no podemos ni siquiera ilusionarnos con ser santos. ¡No lo escuchemos! Porque Dios quiere que seamos santos. Y si Dios lo quiere, entonces lo lograremos si nosotros estamos dispuestos, porque se llega a ser santo cuando uno no lo es, porque si ya fuéramos santos entonces no tendríamos que alcanzar esa meta. Somos pecadores y por eso debemos ser santos, y nada nos impide serlo, ni el más negro pasado, ni el más bochornoso presente, ni el temible futuro.

Lancémonos a la conquista de la montaña santa, que desde la cima miraremos el mundo con los ojos de Dios, y comprenderemos, por fin, el amor infinito que Dios nos tiene.

 

Pensar en el Cielo. 

Si bien el pensar en el Infierno en el que podemos caer si somos infieles a Dios, nos da fuerzas para cambiar de vida; también es muy cierto que el pensar en el Paraíso, en el Cielo que nos espera, ayuda mucho a tener deseos de ser muy santo, para alcanzar un puesto de honor y gloria en aquel lugar de delicias, que es para siempre.

Debemos hacer muy a menudo el ejercicio de pensar en el Cielo, que será para siempre, y que seremos allí felices por los siglos de los siglos; y cuanto más santos hayamos sido en este mundo, tanta mayor felicidad nos esperará en la eternidad.

Dios quiere que pensemos en el premio eterno y por eso nos lo ha prometido, para que sea como un incentivo para alcanzar la Felicidad sin fin, mediante una vida santa y abnegada en la tierra.

Pensemos que cada acción, palabra o cualquier cosa que hagamos, por pequeña que sea, si la hacemos con amor y en gracia de Dios, entonces nos aumenta el grado de gloria que tendremos en el Paraíso. Debemos tener una santa ambición por alcanzar puestos altos en el Cielo, no tanto por nuestra propia gloria, sino más bien porque al llegar a esos puestos, estaremos más cerca de Nuestro Señor y de su Madre Santísima, y tendremos más amor en nuestros corazones para toda la eternidad.

 

María es el motivo. 

Debemos tratar de ser santos para estar con María por toda la eternidad, porque un buen hijo, que ama tiernamente a su madre, quisiera estar con ella para siempre. Desgraciadamente la muerte terrena no permite que madre e hijo estén siempre juntos. Pero en el Cielo esto se podrá dar, y mucho más se dará entre los hijos y la Madre, María Santísima. Y esto será la felicidad dentro de la felicidad, porque el estar cerca de María será de una alegría y un gozo, tan grandes, que vale la pena hacer cualquier esfuerzo en la tierra para alcanzar semejante dicha.

María debe ser nuestro premio, y por ese premio tenemos que luchar para ser santos, porque con María sólo podrán estar quienes sean santos, porque Ella es Santa.

Pensemos que la Virgen es la Obra Maestra de Dios. Que el Señor, al haber creado a María, con toda su potencia no pudo hacer una criatura más perfecta que Ella. Siendo esto así, entonces imaginemos lo que será pasar toda la eternidad unidos a Ella.

María es la alegría del Paraíso. ¡Es la alegría del mismo Dios! ¡Pensemos en esto! Dios es infinitamente feliz, pero su mayor alegría es contemplar a María. ¿Qué será para nosotros el contemplarla? Será la felicidad que no se puede imaginar. Por eso para alcanzar esta felicidad tenemos que ser santos, trabajar por ser santos y, sobre todo, dejar trabajar a Dios en nosotros para que nos haga santos.

 

 

 

 

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